Alberto Fujimori quiso hacer notar que influye en la dirección de Fuerza Popular, el partido que dirige su hija, Keiko Fujimori. Publicó un comunicado en su cuenta de Facebook dando su opinión sobre la inclusión o no de determinadas figuras del fujimorismo.
“Es necesario que, junto a las nuevas figuras, se cuente con las candidaturas de congresistas de larga e impecable trayectoria como Martha Chávez, Luisa María Cuculiza, Luz Salgado y Alejandro Aguinaga”, ha dicho el presidiario ex presidente.
En Fuerza Popular se realiza un proceso de “evaluación” para definir quiénes serán candidatos al Congreso. La carta de Alberto Fujimori pone en jaque a su hija, la candidata presidencial.
A Keiko Fujimori solo le quedan dos caminos: acepta el criterio del líder epónimo del fujimorismo o zanja y adopta un camino propio.
El corte es de bisturí. Tanto, que uno puede dudar de que se trate de un verdadero dilema. Nada convendría más, en efecto, que una oportunidad para que Keiko Fujimori deslinde con su padre.
El fujimorismo cuenta con un tercio de las preferencias electorales. Es un tercio sólido y constante. Con esa fuerza electoral, sin embargo, no logrará nunca hacerse de la presidencia.
Frente al fujimorismo duro, para cualquier opositor siempre será fácil la segunda vuelta. No es difícil aglutinar a los distintos “antifujimorismos”. Basta con señalar la cercanía al ex presidente y todo el pasivo antidemocrático y penitenciario que este carga.
El escenario resulta muy distinto si la candidata de Fuerza Popular deja establecida su distancia con el padre. Distancia partidaria, de campaña electoral, pero distancia al fin y al cabo.
De hecho, Keiko Fujimori ha venido trabajando en ese sentido, paso a paso. Cambió de énfasis en sus declaraciones sobre la Comisión de la Verdad y la Reconciliación. Aceptó debatir en Harvard, en un ámbito sino hostil, sin duda adverso.
La candidata de Fuerza Popular, además, adoptó posiciones populistas en contra de las reformas de su padre. El caso del lote 192 es ejemplar al respecto. Cambió de posición a favor de que Petro-Perú participe en la explotación.
La línea de evolución es clara hacia la ‘des-albertización’ (si se me perdona maltratar tanto el idioma). Sin embargo, falta una pieza litúrgica y ritual: la puesta en escena de esta partición de las aguas.
La carta de Alberto Fujimori, que tendrá que responder Keiko Fujimori, es la oportunidad dorada para ello. ¿Qué tendrían que decir todos los que alzaron rápidamente su voz sobre esta comunicación? ¿Qué pasaría con los que denunciaron que el verdadero jefe del fujimorismo es Alberto y no Keiko Fujimori?
Keiko Fujimori puede tomar esta oportunidad para deslindar y definir su liderazgo personal en el partido y dentro del movimiento fujimorista. Si lo hace, saca del escenario una carga muy pesada en las distintas tiendas del antifujimorismo.
Decían que Alberto Fujimori era aficionado al go, un juego chino de estrategias. En él se trata de sumar más territorio, desplazando al oponente.
El comunicado del ex mandatario parece revelar un movimiento de fichas para obtener un territorio que hasta ahora le es esquivo. Se trata de un territorio decisivo en segunda vuelta.
El problema de una tal estrategia es que Fuerza Popular tendría que prescindir, por lo menos en la lista al Congreso, de sus figuras emblemáticas. No solo emblemáticas, sino muchas veces sacrificadas en la defensa de sus convicciones partidarias.
Las figuras emblemáticas tienen un arrastre que permite obtener votos, pero votos del propio ámbito fujimorista. La apuesta sería por tratar de conquistar nuevo territorio. Si ello significa obtener la presidencia, todo sacrificio habría valido la pena.
Esta, por supuesto, es una teoría. La otra es que Alberto Fujimori no quiere, de ninguna manera, que su hija sea presidenta. Pronto descartaremos una de las dos.