Maite  Vizcarra

El primero en acuñar el término “” (IA) fue John McCarthy, que en 1956 invitó a una serie de expertos de diversas áreas de la tecnología para clarificar y desarrollar conceptos en torno de lo que en esa época se llamó “máquinas pensantes”.

Se supone que eligió el término “Inteligencia Artificial” por su neutralidad, para evitar destacar alguna de las vías que estaban siendo consideradas en ese momento para el avance del campo de las máquinas pensantes. Con todo, y a pesar de que el tiempo ha transcurrido, todavía no existe un acuerdo global respecto de qué significa. Tanto la Comunidad Europea como Estados Unidos y China son cautas en sus definiciones e incluso sugieren más de una –hay antecedentes en EE.UU. de proyectos de ley ¡con hasta cinco definiciones para la IA!–.

Entonces, si no es fácil acordar qué es la IA, más complejidad habrá al momento de plantear el marco regulatorio en torno del que se debería desplegar. ¿Qué regular sobre esta novísima y disruptiva tecnología?

La pregunta viene a cuenta de que ayer el Ejecutivo publicó la Ley 31814, que promueve el uso de la Inteligencia Artificial (IA) “a favor del desarrollo económico y social del país”, y que fue aprobada previamente por el Congreso. ¿Qué significa esto? Convengamos en que, en general, los desarrollos tecnológicos, científicos y de innovación en el Perú están vinculados a objetivos trascendentes como el desarrollo económico y social del país. Esto no es ninguna novedad, tal y como, además, se desprende de la vinculada a la CTI (Ciencia, Tecnología e Innovación).

En ese sentido, el despliegue de la IA necesita de más sustancia ante el ya consumado propósito de su regulación. Puestos ante la necesidad de regular, y dado que se viene un reglamento en donde se espera que se despliegue con más claridad cómo se va a promover esta tecnología –y ojalá con mucha más participación de la sociedad civil y la academia–, comparto algunas ideas de lo que ese reglamento complementario podría plantear. Simplificando, sugerimos dos ideas fuerza: en primer lugar, habilitación y desarrollo de la IA y, en segundo lugar, privacidad digital.

Si de verdad se quiere promover la tecnología en cuestión, hay que preocuparse por garantizar todas las condiciones que permitan su despliegue en un tiempo y condiciones favorables. Por ejemplo, ¿qué plazo se está poniendo el Gobierno Peruano para desplegar las facilidades que permitan usar la IA? ¿Cinco años, diez años?

Este tema no es menor, pues, como bien se sabe, los despliegues tecnológicos necesitan horizontes temporales para ser eficientes en la consecución de sus resultados. Además, es necesario asegurar que exista el número suficiente de personas entendidas en esta tecnología y, evidentemente, involucrar más a la ciudadanía. Doy por descontado que el asunto de la accesibilidad a conexiones de Internet se superará en el lapso del despliegue que finalmente se establezca.

En cuanto al segundo asunto, sobre los temas éticos y la privacidad, es crítico que se adecúen las normas de protección al consumidor, la privacidad y la ciberseguridad a los usos concretos sobre los que se despliegue la IA.

La Inteligencia Artificial ha estado presente en nuestras vidas de diversas maneras, a través de la aplicación que sugiere la ruta más rápida para llegar a un destino, en los sistemas bancarios que analizan nuestras transacciones y hasta en el reconocimiento facial que desbloquea un teléfono inteligente.

Se supone que con esta nueva regulación esa presencia en la vida de los peruanos será más amplia y universal, pues, de lo contrario, podrían reforzarse sesgos y brechas digitales nuevas. Así que bien podríamos empezar por pedirle al Parlamento que nos facilitara algún software de IA para analizar sus propuestas normativas y saber si en verdad son o no convenientes más allá del consabido análisis de costo-beneficio.

¡Llegó la era de las máquinas pensantes al Perú! Entonces, empecemos a usarlas, por quien le ha dado su partida de nacimiento: el Parlamento Peruano.



*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.




Maite Vizcarra es tecnóloga, @Techtulia