‘Nu’ es un prefijo muy usado en el mundo de la innovación para denotar algo nuevo, transparente o simplemente innovador. ‘Nu’, que forma parte de la raíz latina ‘nudus’ y evoca a “estar desnudo”, también remite a ‘new’, en inglés, algo novedoso y disruptivo. En esa lógica, puede existir un NuBank o un neobank, una neosociedad y también una neodemocracia.
Para que exista una NuDemocracia, tendrían que existir también neopartidos políticos o un NuPartido.
Y es aquí donde volvemos a retomar el hilo de una charla que abrimos hace un par de años a propósito de la propuesta de algunos líderes sociales de conformar partidos políticos que tuviesen nuevas formas y contenidos, que, entre otros atributos, dejaran de ser organizaciones centralizadas alrededor de una persona o caudillo y que, por el contrario, fuesen organizaciones sin jerarquías, planas y descentralizadas.
Para nadie es una novedad que, en el Perú, los partidos políticos existentes son en verdad maquinarias electorales, cuando no entidades vinculadas a gestiones non sanctas, lindando con la corrupción abierta. Esos partidos que hoy nos ofrece el llamado ‘establishment menu’ además se reproducen cada vez más, haciendo más grande la distancia entre los ciudadanos y su necesidad de ser adecuadamente representados. Y es que los orígenes histórico-sociales que muchos partidos han tenido en el país se han desdibujado como parte del hecho de vivir en un siglo fuertemente influido por la globalización, la tecnología, pero, sobre todo, la digitalización.
Así, el problema de representatividad de los partidos también se ha visto favorecido por el hecho de que, en las últimas décadas, se han abierto numerosos canales alternativos que conectan directamente a los ciudadanos con los procesos de la toma de decisiones políticas. Cada vez menos aquellos necesitan a los partidos para articular sus intereses y preocupaciones.
Y es que los nuevos medios de comunicación y las redes sociales ofrecen numerosas y variadas formas de articulación. Si un ciudadano puede comunicarse directamente con un parlamentario vía X –antes Twitter– o, incluso, interpelar al jefe de Gobierno a través de una de estas plataformas o un meme, no necesita un partido como intermediario.
Dos son los principales efectos de la digitalización e Internet en las organizaciones de nuestros tiempos: la descentralización y la desaparición de los mediadores. De allí que no solo en el mundo corporativo se empiece a hablar de organizaciones ágiles, planas y desconcentradas para denotar que esa es la mejor manera de capitalizar los aportes de cada miembro de la organización, sino que también se ha trasladado al mundo de la participación política como una derivada de lo que ya hemos identificado antes aquí como activismo digital (‘hacktivismo’).
Organizaciones planas, sin jerarquías, descentralizadas, en donde todos los miembros tengan la misma posibilidad de influir –literalmente un gobierno de pares o ‘peer to peer’– y sin que nadie controle las decisiones. ¿Existen esas organizaciones? Pues sí, y con mucha recurrencia en el mundo de los nuevos negocios digitales.
Una organización descrita líneas arriba es lo que se conoce como una DAO (por sus siglas en inglés, Decentralized Autonomous Organization), una organización autónoma descentralizada que se organiza con base en que todos sus miembros tienen la posibilidad de influir directamente en la toma de decisiones de manera abierta y pública, gracias al uso de tecnologías de verificación y contraste como es el caso del ‘blockchain’.
Hoy no ahondaremos más en qué es una DAO, pero tal vez, sí podríamos ir pensando en la posibilidad de dibujar entre todos cómo debería ser el NuPartido político del país, usando medios de interacción digital, al mejor estilo de las encuestas que circulan por Meta –antes Facebook– y X. He invocado el poder de las muchedumbres inteligentes –'smart mobs’–.
¿Cómo le gustaría que fuesen los partidos políticos en el Perú del siglo XXI? Vaya afilando el lápiz digital que más temprano que tarde aparece uno; que lo nuevo siempre llega.