La economía peruana está en medio de un proceso de transformación de largo plazo muy profundo. No nos damos cuenta porque los cambios se manifiestan a lo largo del tiempo y las necesidades y problemas que nos agobian siguen siendo muy grandes, pero no por ello no deja de ser real esta transformación.
Veamos qué viene ocurriendo en el sector productivo de la agroexportación. La inversión privada ha consolidado casi un millón de empleos en este sector. Empleos formales y con seguridad social. Esta fuerte generación de demanda de empleos ha llevado a procesos migratorios intensos de la sierra a la costa, generando y consolidando ciudades intermedias, en las cuales se puede acceder a una mejora en los servicios de educación, salud e infraestructura básica. Sin embargo, esta mejora es relativa a una situación original de ausencia total o casi nula provisión de estos servicios públicos, porque en términos absolutos sigue siendo deficiente la atención de salud y la calidad de educación incluso en las ciudades de la costa.
Los nuevos proyectos de irrigación en la costa peruana pueden incorporar más de 200.000 hectáreas en la próxima década. Por cada hectárea se calcula que existen dos puestos de trabajo directo en promedio y por cada puesto directo se generan cuatro puestos de empleo indirecto en bienes y servicios que se requiere para trasformar ese espárrago cosechado en Virú o en otro valle de la costa en un espárrago consumido en Estados Unidos o en otro país.
Eso quiere decir que podríamos tener un millón de puestos de trabajo nuevos asociados a la agroexportación durante la próxima década.
En la minería, prácticamente la mitad del crecimiento que se tendrá este año está explicado por el aumento de la producción de inversiones que se empezaron hace más de cinco años. Pese al poco empleo directo que genera la actividad minera, los puestos de empleo indirecto que vienen de la demanda intermedia por bienes y servicios son significativos. Cálculos más conservadores nos hablan de cuatro puestos indirectos por cada puesto directo, mientras que otros más optimistas ponen esa relación en nueve puestos indirectos por cada directo.
Además, la principal demanda intermedia de la minería es la industria metalmecánica, que conforme crece y se consolida como proveedor de empresas mineras globales con altos estándares de calidad, se genera capacidad exportadora al poder competir globalmente. Prueba de ello es que las exportaciones de equipo de metalmecánica se han multiplicado varias veces en los últimos diez años.
Junto a estos procesos de crecimiento y de expansión de la clase media, en los próximos 30 años el Perú experimentará los beneficios de un bono demográfico, con bajo crecimiento poblacional frente a un alto crecimiento de la población en edad de trabajar.
¿Cómo hacer para potenciar este crecimiento de nuestra economía? ¿Qué políticas deberíamos impulsar y cuales deberíamos evitar?
En estos ultimo cinco años hemos perdido un tiempo precioso no solo por no seguir mejorando, sino porque en muchos aspectos hemos retrocedido. Las inversiones privada y pública han caído los dos últimos años y la brecha de infraestructura se ha ampliado. En el 2006 el Perú estaba en el puesto 71 en el ránking de facilidad para hacer negocios del Banco Mundial, al 2011 avanzamos hasta el puesto 36 en el mundo, pero en el 2016 retrocedimos al puesto 50. Analizando el ránking en detalle podemos ver que en facilidad para tomar crédito estamos en el puesto 15, pero en otras categorías estamos muy retrasados. ¿Por qué no podemos estar entre los 20 primeros puestos en todas las categorías?
Este nuevo gobierno debería potenciar al máximo las medidas de política económica que promueven el crecimiento. Si la situación política no se lo permite porque no tienen mayoría en el Congreso, tendrán que ser prudentes en seleccionar las batallas y, sobre todo, evitar retroceder en las reformas y la flexibilización logradas en determinados sectores.
Si mantenemos las políticas que promueven la inversión privada y mejoramos la eficiencia del Estado, podemos lograr mantener el crecimiento económico. El crecimiento es condición necesaria pero no suficiente para lograr la prosperidad y el desarrollo. Existen procesos de crecimiento que han promovido la expansión de clases medias que, más allá del impacto económico en demanda por bienes y servicios no transables, han tenido un profundo impacto sobre las instituciones políticas.
Esa movilidad social presiona por la transformación del Estado, demanda mayor eficiencia en la gestión pública y se manifiesta en contra de la corrupción. En la medida en que estas crecientes clases medias sienten que el Estado es una traba para su desarrollo y prosperidad, se genera una fuerte presión por las reformas políticas. Estas reformas políticas que promueven una mayor eficiencia del Estado son las que al final garantizan mayor crecimiento económico en el futuro.
Pero hay que tener cuidado, pues siempre existen los populismos agazapados que están viendo la oportunidad de captura del poder político para cooptar a vastos sectores de la población a través de estructura de clientelismo que les permita perpetuarse en el poder. En estos casos se pierde el rumbo porque la sociedad entra en trampas que le impiden desarrollarse. Los ejemplos están a la mano. Desde la Argentina de Perón, pasando por la enorme corrupción en Nigeria hasta el gobierno autocrático de Rusia. Incluso Chile, que siempre había liderado el crecimiento y las reformas en América Latina, ha caído en este círculo vicioso de bajo crecimiento y populismo político que amenaza con impedir su consolidación como economía de Primer Mundo por nivel de ingreso per cápita.
No hay que equivocarse. El que sigamos siendo un país pobre no depende de los términos de intercambio ni de la globalización ni de ningún fantasma ideológico. La única razón es nuestra incapacidad como sociedad de hacer las cosas bien. El subdesarrollo no es un problema económico, es un problema político.