Tiburcio es funcionario en Osiantitab (la superintendencia antitabaco), una entidad estatal de reciente creación a cargo de evitar que se fume en locales abiertos al público en Tramitelandia, un lejano país conocido por su abundante y laberíntica burocracia y tramitología. Tiburcio ha recibido el encargo de diseñar el sistema de prevención para proteger la salud de las personas que acuden a dichos locales.
Su propuesta es sencilla. Propone crear el Celolita (acrónimo de Certificado de Local Libre de Tabaco). Los locales deberán, previamente a su apertura, solicitar ante Osiantitab su Celolita. Los funcionarios harán una visita al local y verificarán que nadie esté fumando y que estén instaladas las señales que indican “Prohibido fumar”. Además, la norma señala que para recibir su Celolita “el local no deberá ser propicio para fumar”. Todos los años los locales deberán renovar su certificado.
El sistema de Tiburcio es tan absurdo como tramposo.
Es absurdo porque si se quiere evitar que las personas fumen su estrategia no sirve para nada. El día programado para la visita no habrá nadie fumando. La empresa se habrá encargado de retirar todo cigarrillo del local y habrá cuidadosamente colocado todos los letreritos de reglamento. Pero al día siguiente se podrá fumar sin problema porque la siguiente visita recién será el próximo año. Mientras tanto, el local ha recibido implícitamente una “licencia para fumar”.
Es tramposo porque está creado para beneficiar a la burocracia misma y no a los usuarios de los locales. Primero, porque como el Celolita tiene un costo (hay que pagar una tasa oficial) Osiantitab recibirá ingresos todos los años por una actividad que no sirve para nada.
Segundo, porque además de Osiantitab, los funcionarios a cargo de la inspección y emisión del certificado cobrarán, por lo bajo, la suya para concederlo. Por eso es que Tiburcio, hábilmente, incluyó la norma que señala que el Celolita no se entregará a los locales “propicios para fumar”. Y como “propicio para fumar” no está definido, significa lo que el funcionario de turno diga.
En los anales de las observaciones se encontrarán cosas como “el local tiene ventanas por las que se puede echar el humo”, “si bien no hay ceniceros, hay macetas con plantas donde los fumadores podrían eventualmente echar las cenizas”, “hay una foto en la pared con Humphrey Bogart fumando, lo que podría generar tentaciones a los parroquianos que asisten al local”, “una chimenea prendida facilita a quien quiera fumar encender un cigarrillo”, entre otras. Con ese nivel de discrecionalidad el funcionario tiene en realidad la llave del local y no la entregará si es que no le pagan.
Tiburcio propuso un sistema de control ‘ex ante’ en lugar de plantear un sistema de control ‘ex post’. El evitar que una actividad se inicie si no ha pasado por un control estatal previo no suele ser una buena idea. Si se quiere controlar una actividad es mejor controlarla ‘ex post’ (luego de iniciada) de manera selectiva y sorpresiva. En lugar de revisiones técnicas vehiculares programadas, es mejor detener los autos en circulación y verificar sorpresivamente si cumplen con las normas. Recuerdo haber visto alquiler de faros en la entrada de locales de revisiones técnicas para que puedan pasar la inspección y luego retirarlos. ¿Y acaso no se sabe que hay personas que llevan el carro al taller el día anterior para que lo preparen y luego se olvidan el resto del año de cuidarlo?
Por supuesto que el control ‘ex post’ requiere de una administración más sofisticada que la que se requiere para emitir un Celolita. Debe tener una organización y una estrategia de fiscalización que, con sanciones adecuadas al incumplimiento y una capacidad de detección creíble, internalice los costos en los infractores. Es más complicado que mandar Tiburcios a hacer visitas programadas. Pero es mucho más efectivo pues el sistema ‘ex ante’ no resuelve el problema pero cuesta demasiado.
Con controles ‘ex post’ adecuados se pueden evitar accidentes, incendios, delitos, etc. Decir que controles ‘ex ante’ hubieran evitado el incendio en los cines UVK es tan absurdo como decir que un Celolita evitaría que la gente fume. Pero pedirles a los congresistas, a Tiburcio y a sus amigos burócratas que lo entiendan es pedir demasiado.