Empecemos por lo obvio: la moción de vacancia presidencial presentada por la legisladora Patricia Chirinos el último jueves es un despropósito con el que la ruidosa congresista busca posicionarse políticamente. Sigamos por lo que todos evaden, pero resulta más incómodo que un elefante en medio de la sala: el problema no es lo que la congresista está pidiendo sino el cuándo y el cómo. Y es que más allá de si Chirinos es una golpista disfrazada o si sus credenciales no la pintan como la más demócrata, lo cierto es que se ha aventurado a hacer pronto y mal lo que otras bancadas vienen cocinando con paciencia y cautela.
Han pasado poco más de tres meses desde que Pedro Castillo asumió la presidencia y, para ser sinceros, ya ha acumulado más razones para ser vacado de las que se esgrimieron para sacar a sus antecesores. Si nos centramos en los antecedentes, nefastos pero reales, del uso de la figura de la incapacidad moral permanente para mandar a un presidente a su casa tenemos, en primer lugar, el caso Pedro Pablo Kuczynski: el Congreso fujimorista lo sometió a un proceso de vacancia porque cuando ejerció el cargo de ministro de Economía en el gobierno de Alejandro Toledo sus empresas habían recibido plata de la cuestionada Odebrecht por servicios de asesorías. De esa primera intentona se salvó con las justas, pero luego del indulto a Alberto Fujimori y los audios de Mamani que sugerían una compra de votos se le volteó la virgen. Kuczynski tuvo que renunciar porque el Congreso ya tenía lo suficiente para echarlo y, lo que es peor, la calle que lo había apoyado para que no saliera elegida Keiko no le perdonó el indulto irregular al chino. Nada lo sostenía.
El segundo antecedente, el de Martín Vizcarra, es más revelador: el primer intento de vacancia se dio por los vínculos del moqueguano con Richard Swing, ese personaje estrambótico que había ofrecido sus más estrambóticos servicios al Ministerio de Cultura. La clara figura del tarjetazo puso a Vizcarra al borde del abismo. Sin embargo, no era el momento apropiado. El Congreso esperó pacientemente a que apareciera algo más sólido contra él, y una vez que los fiscales del equipo especial Lava Jato encontraron indicios de actos de corrupción en su etapa como gobernador regional de Moquegua, los legisladores aprovecharon el escándalo y lo largaron de Palacio.
Ambos casos comparten el mismo patrón: fueron presidentes sometidos a congresos que siempre quisieron sacarlos, que tuvieron intentos fallidos en sus aspiraciones y que finalmente encontraron el momento preciso.
El uso antojadizo que se ha hecho de la figura de la vacancia presidencial nos está costando carísimo. Hoy un presidente dura lo que la paciencia del Congreso aguante. Pero por más que estemos en contra de esta cultura de la prepotencia, ese es el escenario en el que se mueve Pedro Castillo, un presidente hecho para la inacción. Su intento de meter mano en los ascensos de las Fuerzas Armadas, las oscuras relaciones de su exsecretario general Bruno Pacheco, los rumores de sus ataques de pánico son el sueño húmedo de los vacadores de turno, y por más que muchos de ellos se espanten con la moción de Chirinos, lo cierto es que solo están contando los minutos del reloj, tik tok, tik tok, para hacer lo propio.
Las opciones de que Castillo convoque a gente capaz para sostenerlo parecen cada vez más lejanas. Las posibilidades de que algún otro escándalo le dé al Congreso la razón que necesita para sacarlo son altísimas. La pérdida del apoyo de la calle que lo llevó al poder está cada vez más cerca. Lo único que ha hecho Chirinos, y que los tontonazos de los fujimoristas han apoyado, es apresurarse; en lugar de dejar que el presidente siga cocinando su tormenta perfecta. Tik tok tik tok.
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