"Al perturbarnos, el cine nos puede revelar el mundo]". (Ilustración: Giovanni Tazza)
"Al perturbarnos, el cine nos puede revelar el mundo]". (Ilustración: Giovanni Tazza)
Alonso Cueto

, que acaba de ganar el a la Mejor Película, es, a pesar de ello, una obra maestra. Por lo general, el Óscar a la Mejor Película se había otorgado a películas amables, de contenidos inspiradores e ideales convencionales. Ese fue el caso de la ganadora anterior, la simpática y mediocre “The Green Book”. “Parásitos” es, por el contrario, al igual que “Roma” de Alfonso Cuarón, una película que cuestiona todo lo que nos rodea y el lugar que ocupamos en la sociedad. Aunque ambientada en Seúl, su historia puede reproducirse en cualquier ciudad del mundo. Mientras la veía, no podía dejar de pensar en todos sus correlatos con la sociedad peruana.

Todo en la película tiene que ver con los de arriba y los de abajo. Los miembros de cada clase social están claramente definidos. Huelen distinto y el olor no puede despegarse de sus cuerpos. Es una marca. En la primera escena vemos un racimo de medias frente a una ventana. La cámara desciende y allí está la cara de Kim Ki-woo, el hijo de la familia pobre. Los Kim viven en un sótano y tienen una visión recurrente de su destino: un tipo que orina junto a su ventana. También tienen una escalera en cuya cumbre aparece simbólicamente un retrete. Pero lo llevan todo con sentido del humor y, cuando se ofrece una posibilidad de mejorar, con imaginación. Gracias a una serie de estratagemas, urdidas en gran parte por la hija, Kim Ki-jeong, la familia va escalando puestos en el escenario doméstico de la opulenta y tonta familia Park. Para hacerlo tienen que subir una larga pendiente real y simbólica, pues la casa de los Park está en una elevación. Pero Kim Ki-woo ha recibido el regalo de una piedra enorme, de la que no se puede separar. Esta piedra es un símbolo del peso que lo ata a su situación. Las incisiones parecen mostrar el código indescifrable de una condena social.

Al comienzo, “Parásitos” parece la historia de cómo una familia pobre se apodera de la casa de una familia rica. Pero cuando aparece la anterior ama de llaves, Gook Moon- gwang, todo empieza de nuevo. Descubrimos el horror detrás de la suntuosa casa de los Park. En ese nuevo sótano, otro giro hacia abajo, está el secreto que esconden las casas elegantes: un prisionero de la soledad que será un justiciero vengativo del pasado. La verdad no está en las apariencias de las casas sino en sus corredores ocultos y subterráneos.

“Parásitos” no alienta una dicotomía moral. Los pobres no son los buenos de la historia, ni los ricos los malos. Ambos se parasitan unos a otros. Viéndola, uno puede pensar que todos somos parásitos aunque nuestro destino no cambie. La lluvia que para los Park es una molestia destruye la casa de los Kim. Según el padre de los Kim, no tiene sentido hacer ningún plan para salvarse.

El tema recurrente en esta comedia trágica es la . Sin embargo, la película también insiste en la unidad de las familias. En el maravilloso final, las ilusiones del hijo de los Kim por comprar algún día la casa de los Park y reencontrarse con su padre marcan una señal de esperanza. El director Bon Joon-ho ha dicho que la película es “un circo sin payasos y una tragedia sin villanos”.

Las dos veces que he visto “Parásitos” esta semana la sala estaba llena y, al final, hubo aplausos. Pero alguna gente se salía antes de terminar la función. Al perturbarnos, el cine nos puede revelar el mundo.