La intolerancia ha existido desde tiempos inmemorables con múltiples manifestaciones a lo largo de la historia, produciendo conflictos bélicos a causa de las ideas religiosas, posiciones políticas y entre las etnias. Estas situaciones motivaron movimientos como las cruzadas e instituciones como la Santa Inquisición, el Holocausto y todos los actos terroristas que observamos.
La democracia es la antítesis de la intolerancia. La democracia es producto de un orden cultural y social en el que juega un rol importante la educación. La tolerancia es la aceptación de la existencia de alguien diferente, es el respeto a la diversidad. La mayoría de filósofos concuerdan, sin embargo, que es difícil establecer el límite exacto entre lo tolerable y lo intolerable, tanto a escala individual como social.
Una de las primeras manifestaciones sobre la tolerancia fue la del filósofo inglés John Locke, quien escribió hace más de 300 años una carta sobre ella en la que dice: “No es la diversidad de opiniones, que jamás podrá ser evitada, sino el rechazo a la tolerancia frente a aquellos que tienen opiniones diferentes, que bien podrían haber sido respetadas, la que ha producido todas las discordancias y guerras”. Y añade: “Creedme, los disturbios no provienen de las iglesias, en particular, sino de una tendencia general de la humanidad que, cuando es apremiada por pesados fardos, se esfuerza por sacudir el yugo que la oprime”.
Hoy hay graves casos de intolerancia, vemos cómo en los países del Medio Oriente se utiliza la religión como justificación para todo tipo de actos terroristas y criminales, en la lucha por la hegemonía política y principalmente económica. Parece mentira que en pleno siglo XXI observemos casos de intolerancia como los que suceden en Iraq, Siria, Afganistán, Ucrania, Irán y otros países.
La política de Estados Unidos y de la Unión Europea en Medio Oriente es velar por sus propios intereses y deben medir bien los ataques a los países con los que mantienen acuerdos regionales, en especial la Unión Europea, para la que se cierne muy cerca la amenaza terrorista.
Veamos ahora la situación de América Latina. A través de los años, hemos visto muchos gobiernos de origen democrático que posteriormente realizaron prácticas dictatoriales, que implantaron una cultura de la intolerancia, provocando guerras civiles, genocidios, asesinatos, torturas, detenciones masivas, violaciones sistemáticas de los derechos humanos y otros actos de lesa humanidad.
Los conflictos y la violencia con que la sociedad convive diariamente nos hacen reflexionar sobre la importancia de reforzar y promover la tolerancia, valor democrático que debemos inculcar a las futuras generaciones con otros como la igualdad, la libertad y la solidaridad.