El politólogo francés Murice Duverger dice que el totalitarismo es un fenómeno político del siglo XX, porque ninguna dictadura anterior dispuso del poder que otorga la tecnología moderna para controlar y penetrar la vida de las personas. Los marxistas-leninistas, nazis y fascistas conocieron y manipularon muy bien estas técnicas de penetración a través de las tecnologías más avanzadas de su época, con la finalidad de imponer su ideología y lograr la sumisión total al líder y al partido.
Este fenómeno político ha sido y sigue siendo estudiado por diversos científicos sociales, psicólogos, historiadores y filósofos. Por ejemplo, Hannah Arendt, en su obra “Los orígenes del totalitarismo”, sostiene que su base psicológica es la dominación. El totalitarismo se arropa a través de un partido único. La idea central es que el poder radica en una institución que representa a la raza superior (nacismo) o al proletariado (marxismo-leninismo), pero en realidad este poder está concentrado en un individuo, como sucedió con Hitler, Mussolini, Stalin y Mao. Para poner solo cuatro ejemplos.
El totalitarismo se fundamenta en el terror, impone una ideología como verdad absoluta. Descarta toda oposición posible. Utiliza el Estado a su servicio y crea organismos de penetración policiaco para espiar, reprimir y penetrar la vida de las personas como la SS, Gestapo, Cheka y KGB. Su objetivo es denunciar a la oposición, a los disidentes y a todo aquel que no se someta a la voluntad del dictador y de la clase política a su servicio.
Todo régimen totalitario tiene un sistema de propaganda para imponer su ideología. Los nazis hacían creer que, como el capitalismo alemán era ario, entonces era bueno. En cambio, el capitalismo judío, por ser un capitalismo semita, era malo. El racismo temático, estructural e ideológico fue la característica básica de la doctrina política nazi. Por eso, todo totalitarismo, para imponer su ideología, ejerce la censura. Por ello controla o expropia los medios de comunicación, para imponer su concepción del mundo, considerada verdad única.
Por ejemplo, el Estado socialista totalitario se caracteriza por tener un partido único o hegemónico con el monopolio del poder. Este está estructurado verticalmente. Cuenta con una ideología de acuerdo a la interpretación marxista-leninista o marxista-maoísta, que se convierte en la verdad oficial. El Estado al servicio del partido se impone a la sociedad por la fuerza, la propaganda y la educación, con la finalidad de difundir y validar la doctrina que profesa. Por eso tiene el monopolio de los medios de comunicación, de la publicidad y hasta del Internet, como sucede en China, Cuba y Corea del Norte. No hay propiedad privada de los medios de producción. La mayoría de las actividades económicas están reguladas y penetradas por el Estado. Los chinos han creado un espacio de “comucapitalismo”, es decir, Estado totalitario con economía de mercado. Como siempre, los capitalistas que invierten en ese país, como ganan plata, se hacen de la vista gorda.
En cambio, los nazi-fascistas son: antimarxistas, antiliberales, palenginésicos (significa regeneración o renacimiento de los seres), darwinistas sociales (creen en la ley del más fuerte) y ultraelitistas. En este caso, la ciencia fue utilizada para fines siniestros de tipo biológico, antropológico e incluso lingüístico, al servicio del régimen. Intentaron proporcionar pruebas falsas, como si fueran verdaderas, de que los blancos arios, sobre todo los alemanes, eran superiores a todas las otras razas y que, por ello, tenían el derecho natural de gobernarlas.
En América y el Caribe, salvo Cuba, ningún país ha pasado por la experiencia totalitaria, aunque han habido y hay dictaduras feroces de tipo militar y cívico-militar. Esperemos que nunca más suceda esto.
En el Perú, el único movimiento que, de llegar al poder, impondría un Estado totalitario sería Sendero Luminoso, aunque hay algunos partidos de orientación marxista-maoista que apoyarían a esta banda terrorista revestida de partido político. Por eso, los dos candidatos deben deslindar claramente ante la opinión pública, criticando todo totalitarismo y toda dictadura sin importar el color ideológico que tengan. De no ser así, muchos peruanos seguiremos creyendo que la democracia, que tanto nos costó construir luego de la dictadura fujimorista, pese a sus limitaciones, seguirá amenazada.
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