Tránsito y justicia, por Gisèle Velarde
Tránsito y justicia, por Gisèle Velarde
Gisèle Velarde

Más de un millón de accidentes de tránsito ocurrieron en Lima y Callao de 1994 al 2013, según informó la el miércoles 19 de agosto. El total de víctimas fueron 394.198, de las cuales 19.050 fallecieron. Es suficiente circular por el parque automotor para inquietarse. Hay algo entonces que nos concierne a todos y que habla de nosotros como sociedad. La forma agresiva como manejamos da cuenta de cómo nos relacionamos a diversos niveles y de la ausencia de justicia en buena parte de nuestras relaciones con otros. 

Pensemos en nuestra sociedad como si fuera un y en nosotros –los individuos– como los vehículos de transporte. Las reglas sociales vendrían a ser entonces el equivalente de las reglas de tránsito. Así como las reglas de tránsito sirven para evitar choques y asegurar a todos los conductores el poder llegar a sus destinos, las reglas sociales deben garantizar la convivencia entre todos y el que las personas puedan lograr sus propios fines en la vida respecto de lo que valoran y les da felicidad. Ello implica, sin embargo, que aceptemos necesariamente un mínimo de restricciones, pues solo así todos –y no solo yo o el otro– podremos realizar nuestros objetivos. 

Como dice respecto de la justicia y la tolerancia: sin importar dónde cada quien quiera ir y por qué quiere llegar a dicho lugar, cada persona debe aceptar algunas pocas restricciones para poder extender ese derecho a todos. Pero ¿cuáles son esas pocas restricciones? Ellas aluden a la compatibilidad y a la adecuación. Ambos requisitos son necesarios si queremos estructurar una sociedad justa.

Imaginemos, por ejemplo, en que vemos a una persona esperando para parquear su automóvil en un lugar y nos adelantamos y le quitamos el sitio. La compatibilidad trata precisamente sobre cómo evitar el conflicto entre las acciones de los individuos. ¿Por qué no comenzar todos a pensar en cómo evitar conflictos entre nosotros? Si hacemos esto estaremos preparando el terreno para que se puedan ir formulando normas sociales que cumplan con el requisito de la compatibilidad. 

Por otro lado, el uso obligatorio, el buen funcionamiento y el respeto a los semáforos es necesario para que todos los conductores y peatones podamos llegar a nuestros destinos elegidos. De esto trata la adecuación. Ella sostiene que las reglas sociales deben permitir que cada individuo regido bajo dichas reglas pueda conseguir sus objetivos. Es decir, las reglas sociales deben facilitar la realización de los fines personales de aquellos a quienes rigen. 

Si queremos “hacer país”, las ideas de compatibilidad y de adecuación nos pueden servir de guías iniciales. El parque automotor es un termómetro para medir nuestro nivel de convivencia. Culpar siempre a las instituciones es eludir nuestra responsabilidad individual. Tan importante como es aprender a tolerar ciertas acciones y creencias que no compartimos, lo es el no dejar que la tolerancia sea total.

Debemos pensar en la necesidad de reglas que a la vez que minimizan conflictos e incluyen nuestras diversas aspiraciones, permitan la realización de los deseos de todos los peruanos. Solo así podremos pensar en plural, en el “nosotros” que tanto se hace esperar.