La película “Sound of Freedom” (“Sonido de Libertad”) exterioriza un inframundo dantesco.
La trata de adultos y de niños prostituidos, privados de sus dignidades y libertades, emerge a la conciencia pública gracias a este largometraje que –tras afrontar y vencer la indiferencia y desdén cómplices de los más importantes patrones cinematográficos y otros increíbles obstáculos– se estrenó el pasado 4 de julio, día en que EE.UU. celebra su independencia y la libertad.
Batiendo récords de taquilla, este hito fílmico –conspirador para sus detractores– estampó los reflectores en los rostros, escenarios y circunstancias de la mayor de nuestras miserias, embistiendo contra todos sus multimillonarios vínculos.
No nos han bastado los horrores de dos guerras mundiales, la Gran Purga ordenada por Stalin, el Holocausto, otras “limpiezas étnicas” y más guerras y matanzas para evitar que se sigan esclavizando una cantidad inmensa de personas y cuyas cifras oficiales no existen en las Naciones Unidas.
El tráfico de personas –infantes también captados por ‘niños’ vía sus celulares– no sería posible sin la concertación entre cárteles, ‘consumidores’ y demás delincuentes que lucran con este multimillonario ‘negocio’. Solo en EE.UU. ascendería a billones de dólares anuales; un verdadero imperio de la corrupción.
Según los productores del inequívoco mensaje libertario, el FBI –una las agencias federales que combaten estos crímenes– registra anualmente 400.000 desapariciones de infantes en su país. El 90% no vuelve a aparecer. También afirma que EE.UU. es el país que más practica sexo con niños –en su mayoría mexicanos–; pedofilia que incluye a poderosos y famosos.
Quienes explotan y prostituyen a adultos y niños, con el pasar de los años, calculan que sus cuerpos ‘valen’ más por trozos, condenando con frecuencia a muerte a sus víctimas. Los órganos son comprados por importantes sumas de dinero y aumentan conforme más joven es la víctima.
Esta estulticia de nuestra condición humana –moneda corriente en más de 80 países– soborna controles aeroportuarios, aduaneros, jueces, abogados, registradores, médicos y clínicas; una red que, calculando, no puede involucrar a menos de 20 delincuentes hasta que los órganos son trasplantados en adinerados cuerpos.
James Caviezel, quien encarnó a Jesús en “La Pasión de Cristo” –el único actor exitoso que no se negó a protagonizar el papel principal del rescatista de los niños abusados–, recorre en México la vida subterránea y pérfida de esta industria, cuyos pecados fueron simbolizados por Dante Alighieri en “La Divina Comedia”, obra escrita en Florencia desde 1304 durante 17 años.
El poeta viajero –el propio Dante–, tras perderse en un oscuro bosque y ser atacado por bestias, es rescatado por el poeta Virgilio, conociendo ambos en su larga travesía la ultratumba del infierno.
Los círculos de esa magistral obra medieval –obsequiada en forma de poemas y de cantos– refieren a la lujuria, la avaricia, la violencia, el fraude y la traición; pecados que debían ser pagados en vida con severos castigos, lo que equivaldría hoy a penas máximas para quienes profanan las almas de terceros festejándose a sí mismos con sendos baños de estiércol.
“Sonido de Libertad” se enterró hasta el centro de la tierra –allí donde la gravedad cambia de giro– como los poetas viajeros Dante y Virgilio, circundando el globo para finalmente salir de las tinieblas.
Los numerosos tratados internacionales y las leyes nacionales que condenan estas miserias humanas no sirven para nada si nuestras conciencias no abaten la corrupción, permisividad e impunidad que encubren la trata.
En el Perú, los múltiples y loables esfuerzos del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables y tantas instituciones más son superados por esta maldición que, cual ácaro, se aferra a nuestras pieles societarias.
Finalmente, la obra estrenada –encogiendo corazones y destapando ojos– ofrece esperanza a los esclavizados y potencia una guerra sin cuartel ni fronteras contra los culpables de esta degradación humana sin par y a la que me sumo con mi pluma como uno más de sus crecientes y férreos combatientes.