Hace un par de días se subastó en Inglaterra una carta del legendario y valiente soldado Willie Loasby. En el fragor y la miseria de la Primera Guerra Mundial, el joven británico de apenas 25 años logró, en 1914, la llamada “Tregua de Navidad”, en pleno campo de batalla. Según las crónicas, los mismos soldados de los ejércitos enemigos –alemán y británico– acordaron cesar las hostilidades el día de Navidad: jugaron fútbol, compartieron chocolates, cigarrillos y todo lo poco que tenían.
A dos días de celebrarse la Nochebuena y exactamente a un siglo de aquella noble gesta de valerosos jóvenes soldados alemanes e ingleses, vale recordarle a nuestra clase política que mientras libran una batalla de poderes y enfrentamientos politiqueros, atrincherados en sus inamovibles posturas sobre la llamada ‘ley pulpín’, los jóvenes peruanos han quedado inmersos en un conflicto en que aparentemente son la carne de cañón, y para hacerse oír han salido a las calles.
En la carta de ocho páginas que ha sido subastada en Londres, escrita a puño y letra por Willie Loasby, este le narra a su madre los entretelones de aquella tregua. El día anterior a la Navidad comenzó a comunicarse con los alemanes, acordando algunos puntos básicos. Esa noche los alemanes estaban inmersos en el espíritu navideño, pues el káiser Guillermo II (tratando de levantar la moral de sus soldados) les había brindado raciones dobles de pan, alcohol, tabaco y salchichas. Había también árboles y decoración navideña para que olvidaran, por unas horas, la soledad y la podredumbre de la guerra. Esa noche cantaron villancicos y de las trincheras inglesas y francesas salieron al unísono los cantos, en sus propios idiomas.
A la mañana siguiente el soldado Loasby cruzó desarmado los escasos 30 metros que separaban las trincheras enemigas, para lograr un acuerdo. Al llegar, un alemán le regaló cigarrillos y un chocolate, y le sugirió que podrían jugar un partido de fútbol. Durante la tregua cada quien recogió los cadáveres de sus compañeros y muchos fueron enterrados con ceremonias conjuntas, pues la mayoría de soldados eran cristianos. Ocurrió, no lo que debía ser (la lucha encarnizada), sino lo que podía lograrse (la tregua).
En todo conflicto, por más complejo que sea, se debe partir de la búsqueda de un punto en común, por mínimo que este sea. Solo así se generará la buena voluntad de los protagonistas y creará un clima que lleve, aunque sea, a un respiro para reenfocar la situación. Los soldados británicos y alemanes lo encontraron: muchos eran cristianos, creían en la Navidad, compartir comida los unió y la pasión por el fútbol también. Los altos mandos no vieron con agrado ese acercamiento y se ordenó fusilar a algunos participantes de la tregua, quienes fueron los héroes anónimos.
Los ánimos sociales están caldeados por los continuos errores del gobierno. A días de Navidad sería positivo que los peruanos –clase gobernante y política, sociedad civil y especialmente la juventud– busquemos puntos de encuentro para plantear una tregua que genere las condiciones de resolución del conflicto generado por la llamada ‘ley pulpín’, y más por la desconfianza derivada de la falta de diálogo, la ausencia de voceros reconocidos y la incomunicación entre los protagonistas, principalmente con los más afectados: los jóvenes. Es tiempo de reflexionar.