Representantes de la oposición política consideran que el haberse abstenido en otorgar el voto de confianza al Gabinete de la primera ministra Ana Jara es algo natural, normal nomás. Se podría considerar así si no generara inestabilidad en el país. Desafortunadamente hay desconcierto y desconfianza. Argumento que utiliza el Gobierno para presionar a la oposición congresal a que actúe sin poner exigencias o chantaje.
El Poder Ejecutivo equivocó su estrategia para el Congreso. El Partido Nacionalista (PN) y su presidenta impusieron una mesa directiva que no era del agrado ni siquiera de sus correligionarios. La rebelión de un grupo de parlamentarios nacionalistas estaba cantada, pero –aparentemente– no se previó. Ceguera o soberbia, juzgue usted.
El acierto de nombrar a Ana Jara resultó vano, con las dos negativas en el voto de investidura, el Gabinete está quiñado. Ni tanto ni tan poco, pero debilitado. Hay quienes comienzan a preguntarse si Jara –estimada por sus colegas parlamentarios de oposición y por los ‘rebeldes’– tiene autonomía. Poder de decisión para proponer el cambio de un ministro o la derogación de una ley. Cabe preguntarse por qué su presentación en el pleno fue tan triunfalista y desfasada de la cruda realidad.
El Congreso de la República está energizado, ciertamente la oposición lo está más. Aunque, en una suerte de pulseo, el oficialismo declaró que no los pueden chantajear, que los cambios son paulatinos y que –finalmente– se vote por el no y basta de abstenciones. Todos los parlamentarios saben que si así fuera el equilibrista Gabinete Jara obtendría la confianza.
Que la presidenta del PN, primera dama y operadora política haya tuiteado que “su bancada está de acuerdo en que se suspenda el aporte de los independientes” es un gesto que no sabemos cómo lo tomará la oposición. El pedido parlamentario es que lo diga la primera ministra y no la primera dama, sutilezas pero realidades también.
Los reclamos de la oposición parlamentaria no terminan ahí, incluyen a un ministro: Eleodoro Mayorga, quien parece haberse convertido en la ‘bete noir’ de los críticos al Gobierno. Muy probablemente el titular de Energía y Minas debe estar hastiado de la animadversión y la obsesión política contra su persona y haya dado el paso al costado, sin la aceptación de la pareja presidencial. Se concede un pedido, dos parece ser demasiado.
Es natural que el Ejecutivo no quiera verse zarandeado, menos chantajeado, pero debe entender que hay un nuevo contexto: ‘bye bye’, mayoría. La perdió y fue por sus desaciertos.
En el Poder Judicial las cosas no andan mejor, están revueltas y sumamente crispadas. Los jueces y fiscales son zarandeados por la cabeza del sistema judicial y estos sospechan de la siempre acechante presión política. El caso del Movadef es elocuente. Si nos limitamos a términos jurídicos tenemos que la acusación contra los encausados es el delito de terrorismo. Palabras mayores que están tipificadas en el código correspondiente y que las pruebas presentadas por fiscales y procuradores no son suficientes como para aplicar penas a tan tremendo delito.