Este mes, Donald Trump se refirió nuevamente de manera despectiva a Kamala Harris. La candidata oficial demócrata a la vicepresidencia estadounidense fue tildada por el presidente estadounidense de ‘mad’ (loca) y ‘angry’ (rabiosa).
Sí, a estas alturas ya lo sabemos todos: Trump insulta a las mujeres. Quizás una de las palabras que más usa (y que también ha recibido Harris) es ‘nasty’ (asquerosa o desagradable). Son tantas las veces que Trump le ha faltado el respeto a las mujeres que podemos encontrar artículos como “61 cosas que Donald Trump ha dicho sobre mujeres”, que lista algunas frases que pasarán a la historia: “Mira su cara, ¿alguien votaría por eso?”, “Cara de caballo”, “Probablemente está muy atormentada y por lo tanto muy buena en la cama”. Una nota reciente en el “New York Times” llega incluso a separar las frases del presidente por categorías: caras de mujeres, mujeres como animales, funciones del cuerpo femenino, peso y forma de cuerpos femeninos.
Pero los ataques que está recibiendo Kamala Harris –de padre jamaiquino y madre india– de Trump y de sus opositores políticos no solo deben entenderse como ataques contra una mujer, sino que deben ser entendidos como ataques contra una mujer negra, que se alimentan de la misoginia y del racismo. De hecho, hay una palabra que he leído frecuentemente en notas sobre la campaña, es ‘misogynoir’. Se trata de un término acuñado en el 2008 por la académica Moya Bailey, y que, mezclando las palabras ‘misogyny’ (misoginia) y ‘noir’, se refiere precisamente a la particular “misoginia anti-negra que las mujeres negras experimentan”.
Uno de los actos que durante esta campaña se ha señalado ya como ‘misogynoir’ es, por ejemplo, una caricatura publicada en un diario australiano donde se puede ver a Biden diciendo “Es hora de curar a una nación dividida por el racismo…. Así que los dejo con esta pequeña chica marrón mientras descanso un rato”. Y es también teniendo en mente el ‘misogynoir’ que tenemos que pensar en la historia del término al que apeló Trump cuando llamó a Kamala Harris rabiosa: la ‘angry black woman’ (o mujer negra rabiosa o molesta).
Como han apuntado diversos artículos periodísticos (uno publicado en el “NYT” titulado “When Trump Calls a Black Woman ‘Angry,’ He Feeds This Racist Trope”), es ese estereotipo el que está movilizándose en el caso de Harris. La historia de esta figura puede leerse en un artículo titulado “The Sapphire Caricature”, en el que el profesor David Pilgrim explora la trayectoria del estereotipo en el siglo XIX y luego se detiene en Sapphire, un personaje de un show de radio estadounidense que se estrenó en la década de 1920 y que era representado como una mujer afroamericana agresiva y dominante. Pilgrim cuenta que, con el tiempo, se comenzó a usar el nombre de Sapphire para referirse a personajes similares que se replicaron en otras series y que fueron tomando formas particulares en películas en los setentas, talk shows en lo noventas y realities en los 2000. Como lo puso en una entrevista en NPR la profesora de Rutgers Brittney Cooper, hoy el estereotipo sigue usándose con mucha fuerza contra las mujeres negras: “Cada vez que alguien usa la rabia como arma contra las mujeres negras, este uso está diseñado para silenciarlas. Está diseñado para desacreditarlas y para decir que ellas no tienen un buen entendimiento de la realidad, que están exagerando, que están siendo hipersensibles. Para decir que sean cuales sean las condiciones a las que están respondiendo, su reacción es desproporcionada [...]. El estereotipo del ‘angry black woman’ es parte de lo que la académica Patricia Hill Collins llama una serie de imágenes controladoras, que dan forma la manera en la que las mujeres negras son percibidas en la cultura estadounidense”.
La rabia femenina sin duda existe y tengo la impresión de que cada vez con más frecuencia leo artículos y publicaciones de mujeres que la reclaman para sí, enfatizando su importancia y utilidad en la búsqueda de cambios de la sociedad. Hace unos meses, precisamente en una columna sobre este tema, compartía las palabras de Audre Lorde en “Usos de la ira: Las mujeres responden al racismo”: “Mi respuesta al racismo es la rabia. Por casi toda mi vida, he vivido con esa rabia, ignorándola, alimentándome de ella, aprendiendo a usarla antes de que devastara mis visiones. Alguna vez lo hice en silencio, con miedo de su peso. Mi miedo a la rabia no me enseñó nada”. Sin embargo, no es sobre esta rabia sobre la que habla el presidente Trump. Sus palabras no hacen otra cosa que alimentar el racismo y la misoginia.