Como ha puesto en evidencia “Punto final”, también carga en su pasado con un robo de propiedad intelectual. El programa Turnitin –un protagonista frecuente de nuestra vida pública–, diseñado para detectar estos fraudes, encontró que más del 50% del libro firmado por la presidenta era un plagio. Que sean ocho los “autores” no diluye la responsabilidad; solo la comparte.

Quizás eso ayude a entender que ella no haya expresado indignación cuando, siendo ministra de Pedro Castillo (o sea, el 97,4% de los días que duró su presidencia), se supo que este había plagiado su tesis de magíster en un 54%.

Mientras ella guarda silencio, el presidente del Consejo de Ministros, Alberto Otárola, nos dice que la denuncia, “como todas las que han ocurrido durante nuestra gestión, va a ser investigada”. ¿Todas? ¿Cuáles?

Es verdad que en la gestión de Castillo los ministros salían a defender lo hecho. Así, el de Educación, Rosendo Serna, sostuvo: “No es plagio, son similitudes”. Y vaya que sabía que eso eran, ya que Turnitin detectó en su tesis doctoral un 70% de ‘similitudes’ (léase robos de la autoría intelectual de otros). Por cierto, ahora que conocemos más de las cosas que era capaz de hacer Betssy Chávez, queda solo como un incidente menor el que se haya denunciado que su tesis para abogada tenía –Turnitin ‘dixit’– un 49% de ‘similitudes’.

Con esos ejemplos de antesala no debería sorprendernos que, luego de que “Punto final” revelara siete casos de profesores contratados con títulos falsos y pocos días después el Ministerio de Educación iniciara una investigación más amplia, se hayan detectado ya más de 2.000 ‘profesores’ que lo han hecho.

Los vicios del poder percolan y señalan un camino.

Novedades hay también desde el Congreso, en donde aspira a llevarse el título de “niño mayor”.

El primer acto que lo empezó a encumbrar en el pedestal que hoy ocupa ocurrió en setiembre del 2021, cuando puso, discretamente, creía él, S/100 en la mano de un periodista para que lo entrevistara a él y no a un compañero de bancada.

Sabemos también ahora que cargaba una mochila de su paso previo por la función pública. Está juzgado por peculado doloso, acusado de apropiarse de S/15.000 –vía pagos a trabajadores fantasma– y la fiscalía pide 10 años de pena en su contra. Por sus reiteradas ausencias al juicio se lo declaró reo contumaz y fue detenido cuando partía a China, en un viaje financiado por una empresa mexicana que tiene interés en el Perú. Sus colegas partieron a tiempo, él se sumó luego.

Añádase que “Cuarto poder” descubrió que Flores Ancachi está también afiliado a la creciente bancada de los ‘mochasueldos’ y con frases para la historia (la de la infamia): “había quedado bien claro que nos iban a apoyar con el 10% del sueldo y con los bonos con el 50% de las gratificaciones [...] lo han cumplido [...] pero no lo hacen con cariño”. “Me ofrecieron por el puesto de secretario técnico US$250 mil [...] me arrepiento de no haber recibido ese dinero”. “No crean que yo soy el único que hace esto, pero se hace bien, se hace con gente de confianza”.

A punche, Flores Ancachi ha conseguido la de oro en el certamen “niño mayor” del Congreso. Y si nos guiamos por los antecedentes recientes del “yo te encubro hoy para que tú me encubras mañana”, quedará impune.

No es verdad que las conductas descritas sean expresión genuina de nuestra idiosincrasia. Sí lo es que expresan una de las peores formas de ser peruano y que hay demasiados de ellos en o rondando el Estado, desde las posiciones más encumbradas hasta las más modestas.

En el extremo opuesto está una de las mejores formas de ser peruano, la de esa mayoría silenciosa que, pese a lo poco que hace el Estado para nivelar la cancha, trabaja durísimo, día a día, para que sus hijos puedan acceder a lo que ellos no pudieron tener.

Por ellos vale la pena jugársela. A los otros: repudio y sanción.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Carlos Basombrío Iglesias es analista político y experto en temas de seguridad