En el Perú, no solo el COVID-19 deja secuelas terribles, sino también la (mala) política. Lo sucedido con la presentación del Gabinete Cateriano, al negarle el voto de confianza –una suerte de voto de investidura–, no tiene precedentes en nuestra historia. Se han censurado gabinetes, pero por su desempeño, por el ejercicio de su función. Nunca por su conformación o plan presentado. Y esta no es precisamente una representación parlamentaria que destaque por su capacidad de desmenuzar, analizar y proyectar planes gubernamentales. Las razones de esta crisis política, que se suma a la catastrófica económica y sanitaria, creando una onda expansiva con efectos no calculados, son varias, pero el resultado es, a todas luces, negativo.
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