El 29 de octubre de hace 100 años, el líder del Partito Nazionale Fascista, Benito Mussolini, tomó el poder en Italia, tras llegar a Roma acompañado de 25 mil milicianos armados rústicamente. Intimidado por esta presencia y en una de esas decisiones que, de haber sido distintas, pudieron cambiar la historia, el rey Víctor Emmanuel III, en vez de decretar el estado de sitio solicitado por el primer ministro Luigi Facta y apelar a las fuerzas armadas y policiales, optó por hacer primer ministro al líder de la marcha. Dos días después, las calles de la capital italiana vieron el desfile triunfal del ejército de camisas negras, que era el distintivo de los manifestantes.
Benito Mussolini fue hijo de una maestra rural y un herrero socialista que admiraba al presidente mexicano Benito Juárez. Él mismo trabajó como maestro, antes de alistarse en el ejército durante la Primera Guerra Mundial. En su juventud abrazó el socialismo y dirigió varios periódicos y revistas, hasta que, en 1914, a la edad de 31 años, fue separado del Partido Socialista Italiano debido a sus cada vez más radicales ideas nacionalistas.
El gobierno de Mussolini perduró por 21 años. Durante ese lapso, se propuso reconstruir la grandeza imperial que tuvo Roma en la antigüedad, expandiendo la presencia italiana por el norte de África y el Mediterráneo. Impulsó obras faraónicas, como la estación ferroviaria de Milán y el rescate de los palacios de la civilización romana, persiguió y encarceló a los izquierdistas, y pactó una alianza con el gobierno de Hitler, involucrando a Italia en la Segunda Guerra Mundial, en la que esperaba obtener para su país las ganancias territoriales que no consiguió en la primera. Como parte de esta alianza, deportó a miles de judíos italianos a los campos nazis.
No es fácil definir al fascismo en tanto ideología o corriente política. Sus propios fundadores rechazaron tener una ideología, vindicando ser ante todo el fruto de una experiencia vivida. Esta fue la de combatientes de la Primera Guerra Mundial, que volvieron a un país en el que la polarización política se había vuelto extrema. Entre 1919 y 1921 discurrieron los “dos años rojos” en los que fuertes huelgas paralizaron el norte industrial, o reemplazaron la gerencia de los empresarios por Consejos de Fábricas alentados por dirigentes como Antonio Gramsci. Parte de la clase empresarial apoyó al partido del Fascio, cuyo discurso nacionalista invocador de la unidad en torno a los valores de la familia, la religión católica y la historia patria, iba ganando acogida en las clases medias y populares urbanas y rurales. “Las doctrinas políticas pasan, las naciones permanecen”, sentenció Mussolini.
El fascismo apareció como reacción a las dos grandes ideologías del siglo XIX: el liberalismo, de cuyas instituciones “demoburguesas” –como el Parlamento y las elecciones competitivas– renegó, y el marxismo, cuya invocación a la lucha de clases y su materialismo ateo le resultaban repulsivos. Pero la práctica política del fascismo tuvo varios puntos de semejanza con los regímenes socialistas, como el régimen de partido único, el culto a un líder carismático, la promoción de una economía plena de regulaciones estatales, enfocada supuestamente en beneficio de la nación y el pueblo, en vez de en los intereses de una oligarquía, y el afán totalitario, destinado a forjar un Estado y un hombre “nuevos”. Sin embargo, habría que decir que, tanto en Italia como en la Alemania nazi, hubo alianzas entre la política fascista y grupos empresariales oligopólicos. Lo que ha llevado a algunos a definir al fascismo como una reacción burguesa o de la alta clase empresarial contra las luchas populares, antes que un movimiento de clases medias.
El régimen de Mussolini permaneció hasta 1943. Tras la ocupación del norte italiano por el ejército aliado al final de la Segunda Guerra Mundial, Mussolini fue capturado y fusilado por unos partisanos cuando intentaba cruzar hacia Suiza, camuflado como un diplomático español. Su cadáver, junto con el de su pareja, Clara Petacci, fue conducido a Milán, donde fue exhibido colgado de una viga en la plaza de Loreto.
Regímenes posteriores, como los de Francisco Franco en España y las dictaduras militares de los años 70 en Brasil, Chile y Argentina, emularon rasgos del fascismo italiano o han sido calificados de fascistas. En el Perú, investigadores como Orazio Cicarelli y Tirso Molinari identificaron como seguidor del fascismo al partido Unión Revolucionaria dirigido por Luis A. Flores en los años 30, mientras que José I. López-Soria incluyó dentro del pensamiento fascista a una veintena de conocidos intelectuales peruanos. ¿Es el fascismo hoy una doctrina viva o es solamente historia? El avance de grupos de derecha radical en Europa y otras partes del mundo hacen pensar en un resurgimiento. Hay incluso quienes plantean que la reciente victoria de Giorgia Meloni en Italia significa un retorno del movimiento, aunque ella ha negado tener simpatías por el antiguo “Duce” (guía) y se ha manifestado a favor de la integración europea. En cualquier caso, la polarización política que se vive en diferentes partes del mundo parece favorecerlo.