“La calma no significa renunciar a pensar, a oponernos, a protestar. No significa ser indiferentes”. (Ilustración: Giovanni Tazza).
“La calma no significa renunciar a pensar, a oponernos, a protestar. No significa ser indiferentes”. (Ilustración: Giovanni Tazza).
/ Giovanni Tazza
Alonso Cueto

No hay señal más elocuente de una crisis que la reiteración de los pedidos de calma. La palabra es un talismán que parece legitimar a los que la usan. Sin embargo, como en toda palabra que se respete, la “calma” tiene muchas acepciones. En este momento, la peor es el sinónimo de “resignación”. El resignado es el menos calmado de todos, pues en su interior bulle toda la rabia que, por su naturaleza o por las circunstancias, no puede exteriorizar. Por otro lado, sabemos que la violencia es un camino de impulsos que no soluciona, sino multiplica los problemas.

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