A principios del siglo XX, Lenin dijo que un partido político debía tener cuatro componentes. Una ideología; es decir, la concepción del mundo del partido, la justificación teórica de su práctica política. Un programa, para ejecutar la ideología. Una militancia y una organización administrada por los líderes del partido.
Esto no fue un capricho del creador de la Unión Soviética. Él describió la realidad de un momento político que se inició con la revolución industrial del siglo XIX que creó la sociedad de masas, cuyo sistema económico fue el capitalismo salvaje.
La ideología es la marca intelectual y espiritual de un partido político. No solo la tenían los marxistas y socialistas democráticos, también los liberales, anarquistas y conservadores. Sus ideólogos fueron intelectuales famosos: Locke, Marx, Bakunin, Burke, Maritain, entre otros.
Esta tendencia de valorar la ideología siguió hasta fines del siglo XX, cuando se impone la ideología neoliberal amparada en un argumento engañoso: aquel que dice que han muerto las ideologías. Ahora, estamos en la era de la desideologización o de la ideología de la falta de ideología, por eso una serie de partidos que se fundaron en esa época carecen de ideología, porque se comieron el cuento del fin de la historia (Francis Fukuyama); por ejemplo, el fujimorismo. El neoliberalismo se impuso como pensamiento único, al que todos deberíamos rendirle pleitesía.
Acción Popular es un partido que viene de la tradición anterior y cumple con los cuatro requisitos clásicos, pero con una diferencia: su ideología fue creada desde la periferia y no llegó del centro europeo. Esta, forma parte de aquel grupo de teorías políticas que nacen en los países dominados y dependientes, como el indigenismo, la negritud, la teoría de la dependencia y la filosofía de la liberación.
La ideología de Acción Popular es, en un sentido amplio, una teoría de la liberación. De la liberación del campesino-comunero (por eso la lampa como símbolo), de los villorrios apartados del Perú que construyen su destino (por eso “el pueblo lo hizo”), de las antes llamadas barriadas y que, desde la revolución militar de 1968, llamamos pueblos jóvenes. Los excluidos, los marginados, los explotados y los olvidados en su tierra fueron la fuente de inspiración de una ideología, que luego un joven Fernando Belaunde Terry llamaría en un vibrante discurso “El Perú como Doctrina”.
Él no fue comprendido. No podía ser comprendido por la oligarquía terrateniente de la época. No podía ser comprendido por los partidos que interpretaban ideologías venidas del centro para aplicarlas a la realidad peruana.
Por eso, unos dijeron que Acción Popular era una federación de independientes, exhibiendo un soberbia típica del mentón fascista musilinesco. La plutocracia peruana dijo que ese joven arquitecto y quienes los acompañaban eran una manga de revolucionarios comunistas y, si habrían surgido ahora, seguramente los llamarían ‘caviares’.
En el trasfondo del discurso de Belaunde hay un profundo humanismo. Él no vio solo los hermosos paisajes peruanos; vio la grandeza del ser humano peruano que trabajaba aplicando las enseñanzas de sus ancestros. Por eso, el filósofo peruano Francisco Miró Quesada Cantuarias interpreta el mensaje de Belaunde como humanismo situacional. Porque el pueblo, que no es palabra hueca como dicen algunos exégetas del neoliberalismo criollo, las mujeres, los hombres, los niños y niñas del Perú son fuente de inspiración de su doctrina. Es un humanismo situacional, que se vincula con el humanismo universal de Immanuel Kant y Gunnar Myrdal. Una forma de organizar humanamente el Estado que está varias veces mencionada en la ideología de Acción Popular. Y ahora que la pandemia ha develado la miseria que ha dejado el neoliberalismo aplicado en nuestras tierras, debería constituirse un Estado con esas características, que no es populista en el sentido negativo del término, sino humanista y democrático.
Como los rollos ideológicos son complicados, concluyo con este mensaje de Belaunde pronunciado el 5 de diciembre de 1956 en la Plaza de Armas de Piura:
“Nosotros, los populistas –declaramos con una mezcla de humildad y orgullo que es fiel reflejo de nuestro pueblo– no somos inventores sino herederos de una doctrina. Pero no queremos dilapidar el legado ancestral sino engrandecerlo y perfeccionarlo, en beneficio de la generaciones futuras”.