¿Urresti o Jara?, por Salvador del Solar
¿Urresti o Jara?, por Salvador del Solar
Redacción EC

El clima político se ha puesto todavía más feo. Y podría empeorar. Si desde hace semanas se veía venir la derogación de un que no llegó a abandonar la incubadora, y que ha dejado en mal pie al gobierno, ahora los nubarrones parecen anunciar la caída del gabinete encabezado por .

Ante la inminencia del naufragio, la primera ministra, como un arquero que se tira a destiempo, ha hecho gala de una tardía exhibición de reflejos. Ya con el agua al cuello, casi haciendo burbujas, ha convocado al diálogo a las fuerzas políticas.

“Si desde mi gabinete se saboteara ese diálogo, será desautorizado”, advirtió la ministra, sin advertir el sinsentido de extender una invitación que anticipa zancadillas y agravios provenientes de su propio equipo. La oposición ha rechazado la invitación —y ha comenzado a salivar—.

Motivos hay, por supuesto, para no acudir al llamado de la primera ministra. Los reiterados insultos del  y a veces del propio presidente, las acusaciones de reglaje a propios y extraños, la sensación de corrupción mal perseguida, quién va a querer sentarse a conversar así.

Pero el problema, lo decíamos la semana pasada, no es que haya excusas para rechazar el diálogo, sino que sobran razones para entablarlo y son pocas, casi nulas, las probabilidades de que ocurra.

Porque el gobierno es ahora un animal herido y los cazadores de la oposición, hincados por su propia ambición y por la hostilidad del gobierno, no parecen estar dispuestos a darle tregua.

Es el juego político. Por lo menos el nuestro, esa combinación de House of Cards con la Copa Perú. “Así que nada de agitar banderitas blancas, señora ministra, nada de Fair Play; es su cabeza o nada”, brama la oposición.

¿Hay salida para esta situación? Sacrificar a Ana Jara y presentar un nuevo gabinete podría ser demasiado arriesgado, considerando que al gobierno le ha resultado cada vez más difícil conseguir el voto de confianza del Congreso —no olvidemos que hace solo seis meses la propia Jara estuvo al borde de fracasar en ese intento—.

Si ya no es demasiado tarde, queda la opción de refrescar el gabinete, respaldando a la actual primera ministra, y a su intento de promover cierto nivel de diálogo, y reemplazando a ministros que, como Daniel Urresti, han abusado del enfrentamiento altisonante y han puesto reiteradamente su afán de protagonismo por encima de lo que pueda convenir al gobierno e incluso al país.

Optar entre el perfil de Ana Jara y el de Daniel Urresti puede terminar siendo algo mucho más que una mera elección simbólica.

Es responsabilidad del Presidente decidir si seguir tercamente en el camino de la confrontación, arrastrándonos a todos en esa lógica, o si hacer de los dieciocho meses que le quedan al frente del país una etapa que permita una razonable transición hacia quien se encargue de sucederlo.