Valiente cobardía, por Carlos Galdós
Valiente cobardía, por Carlos Galdós
Carlos Galdós

Caso 1: Caja de Plaza Vea. El cliente decide rellenar de insultos a la cajera porque ‘él’ (cliente) no ha leído las letras chiquititas de la promoción ‘el cuponazo’ que indican las limitaciones de la oferta. Y claro, como es más fácil insultar que asumir su equivocación, la pobre señorita tiene que aguantar sonriente el rosario de incoherencias que iban desde el “rateros de porquería” o “yo a ti te pago tu sueldo” hasta “chilenos ladrones” y el clásico e infaltable “chola de mierda”. Valiente el señor cuando se trata de enfrentarse a una persona que está en desigualdad de condiciones.

Además, desinformado, porque hace rato que existe el libro de reclamaciones para cualquier queja. Más desinformado aún cuando mete a los chilenos en su discurso, ya que ese supermercado es de capitales peruanos (Intercorp). Pero lo que más me indignó fue que ante mi actitud solidaria con la trabajadora y luego de pedirle que dejara de ofenderla, el cliente descargó lo que le quedaba de ira diciéndome: “¿Tú qué tanto hablas? Preocúpate por ese programa de mierda que haces en la televisión que enferma a los niños”. Ahí no pude quedarme callado. “¿Perdón? ¿Me está gritando a mí?”, reclamé. “Sí, a ti te grito. ¿Acaso tú no eres Mathías Brivio, el de Esto Es Guerra? A ver, pongamos los puntos sobre las íes. No ofenda a Mathías confundiéndolo conmigo. Y en el caso del programa ese, ahí sí le doy la razón. Para qué te digo que no si sí, mi querido matón de supermarket.

Caso 2: Los vecinos de la calle Libertadores, en San Isidro, están alzados en armas por la remodelación de la misma. Si bien algunos están de acuerdo con el bulevar, otros, no. Un caballero de estos últimos, harto de que sus cortinas se empolven con tanta tierra, decidió hacerle el siguiente interrogatorio a la serena que estaba paradita en la esquina de Libertadores y Esquilache: “¿Cuándo carajos van a terminar esta obra de mierda que está haciendo el alcalde? ¡Seguro que están robando toda la plata que quieren!”. La disminuida autoridad municipal solo atinó a decirle: “Disculpe, señor”. Yo me pregunto: ¿son esas las formas adecuadas de hablarle a alguien? ¿Acaso este salvaje no se enteró de la marcha #NiUnaMenos? Si tanto le incomoda la obra –y está en todo su derecho de sentirse mortificado–, ¿no sería mejor que le toque la puerta al mismísimo alcalde Manuel Velarde y le diga lo mismo que le enrostró a la serena? #DigoNomás.

Caso 3: El señor no es cliente del BCP; por ende, no está en la cola preferencial y va a tener que esperar más que los demás. Justo cuando tocó mi turno no tuvo mejor idea que gritar como un anormal: “Claro, como él es famoso no hace cola”, y acto seguido acompañó su descarga con frases típicas como “este banco es una porquería”, “son unos ladrones que te cobran por todo”, “llamen al administrador porque yo no hablo con cajeros”. Nuevamente lo mismo, insultar al personal, que nada tiene que ver con esas medidas del banco, pues ellos solo ejecutan órdenes. ¿Por qué no es tan machito y se va a la oficina de Dionisio Romero y lo insulta en su mismísima cara?

Porque siempre es más fácil insultar al subordinado. Ah, y me olvidaba, este cretino de la cola también cerró su discurso con un “cholo de mierda” de regalo al guachimán que solo intentaba poner orden. Debido a los últimos acontecimientos vividos, he decidido no salir más de mi casa, no vaya a ser contagiosa esa manera de comportarse de mis vecinos.

P.D. Las palabras subidas de tono usadas en esta columna son las mismas que escuché en los tres lugares. No las he omitido porque quiero que sepas que así de desagradable se te escucha cuando las dices.

Esta columna fue publicada el 24 de setiembre del 2016 en la revista Somos.