Estados Unidos sigue creyendo que las sanciones económicas son la estrategia adecuada para ablandar y condicionar a los países que lo desafían. Sin embargo, no son, ni de lejos, la herramienta más eficaz y Washington en el fondo lo sabe, pero insiste en implementarlas.
No han funcionado en Cuba pese a las décadas de bloqueo. Tampoco en Rusia, Irán o Corea del Norte. Las sanciones habrán afectado su economía y, por ende, la condición de vida de sus ciudadanos, pero no han provocado ningún cambio de gobierno, si eso es lo que buscaban.
En Venezuela la historia no es muy distinta. Después de 25 años de chavismo, incluyendo una década de Nicolás Maduro atornillado en el poder, las sanciones se han convertido en una excusa para la victimización del régimen, pero no han cambiado un ápice sus intenciones de ceder terreno y organizar unas elecciones libres. Lo ocurrido con María Corina Machado se veía venir. La justicia chavista ya había inhabilitado a la lideresa opositora para ejercer cargos públicos y lo único que hizo el viernes pasado el Tribunal Supremo fue confirmar ese fallo al sacarla de la carrera electoral.
De por medio estaban los Acuerdos de Barbados, firmados en octubre pasado entre el chavismo y la oposición, con mediación internacional, en los que Estados Unidos se comprometía a levantar algunas sanciones al petróleo, gas y oro venezolano si Caracas liberaba presos políticos y establecía garantías electorales, como la habilitación de candidatos. Eso significaba, obviamente, la participación de Machado, quien ganó abrumadoramente las primarias de la oposición y quien, de postular, se llevaría la victoria en unos comicios limpios.
Pero mientras que Washington cumplió su parte, el madurismo no lo hizo. Y eso ya no sorprende a nadie. No importa que ahora lancen advertencias que, seguramente, se guardarán en una gaveta. Estados Unidos le ha dado al régimen hasta abril –ni siquiera es una decisión inmediata– para que habilite a todos los candidatos a participar en las elecciones presidenciales de este año –aún sin fecha concreta– o volverá a implantar las sanciones al sector petrolero venezolano. Entre tanto, ya se han revocado licencias para la explotación de oro.
Hay que tener en cuenta que Estados Unidos está en un año electoral y los demócratas no están dispuestos a dejar la Casa Blanca, más aún si el rival republicano será el expresidente Donald Trump. Joe Biden sabe que el tema migratorio es clave y los estadounidenses han visto cómo miles de venezolanos han cruzado la frontera en el último año, así que la negociación con Caracas no será un asunto menor, pues tendrá que equilibrar sus intereses políticos con los votos que necesita. Y en ese malabarismo los venezolanos se pueden quedar, otra vez, sin elecciones libres.