(Ilustración: Giovanni Tazza).
(Ilustración: Giovanni Tazza).
Fernando Berckemeyer

Veo las declaraciones del ex presidente del gobierno español sobre el “suicidio” del concejal venezolano de oposición Fernando Albán, cuyo cuerpo cayó a la calle hace dos semanas desde el piso 10 del edificio del servicio de inteligencia del régimen bolivariano (el Helicoide), y me pregunto cómo una persona así pudo llegar a ser presidente de un país desarrollado. Como peruano, no dejo de encontrar un cierto y torcido consuelo en la pregunta –realmente, en todas partes se cuecen grandes habas–, pero no alcanza para compensarme la amarga indignación.

Como se sabe, Albán había sido detenido por el régimen bolivariano junto con otros políticos de la oposición acusados de haber estado detrás del extraño atentado con drones contra . Acusación que vino sin ningún tipo de pruebas. Salvo, claro, que se considere prueba el testimonio autoincriminatorio que, ya en el Helicoide, le grabaron al joven diputado opositor Juan Requesens, sin contar con que luego saldría a la luz otro video del mismo Requesens en la misma prisión, esta vez en ropa interior y con pruebas manifiestas de haber sido sometido a un tratamiento que le hizo perder el control de los esfínteres.

Aunque esta última revelación tampoco era necesaria para saber qué tipo de “confesión” dio Requesens: el régimen venezolano hace tiempo que dejó de cuidar las formas de sus propias mentiras y no parece haberse preocupado de que el pentatol sódico, o la droga equivalente bajo cuyos efectos, según los expertos, estaba Requesens cuando grabó su autoincriminación, deja señales en quien lo tiene en su cuerpo fácilmente reconocibles en video por quienes conocen del tema.

El Helicoide, por lo demás, es desde hace tiempo descrito por las principales organizaciones de derechos humanos y por los consistentes testimonios de quienes han estado apresados ahí como un centro de torturas.

Zapatero, por su parte, es, al menos en su mente y en la propaganda del régimen, “mediador” entre la oposición y Maduro en . Y en ese rol se ha vuelto a pronunciar poco tiempo después de que la dictadura mostrase que ni siquiera se había preocupado por cubrir bien sus pasos detrás del cuerpo estrellado de Albán, habiéndose contradicho varias veces el ministro del Interior y el fiscal general (para todo efecto práctico, otro ministro de Maduro) cuando explicaron públicamente de qué forma se había producido el “suicidio” de Albán.

¿Y cómo se ha pronunciado Zapatero? Pues ha desestimado la necesidad de investigaciones independientes como las reclamadas por varios gobiernos, llamando más bien a confiar en la fiscalía del régimen y en la policía política venezolana. Así como se lee: en la misma policía que tenía en sus manos a Albán cuando el concejal se precipitó desde ese décimo piso (y esto de “en sus manos” debe leerse literalmente, con toda probabilidad: los prisioneros son tenidos en el sótano del edificio y solo son llevados a los pisos superiores para sus declaraciones y trámites oficiales).

Inevitablemente, la última intervención de Zapatero me hizo sentirme expresado por Luis Almagro, el secretario general de la OEA, quien hace poco había dicho que el ex presidente español “está en el grado más alto de la imbecilidad” (particularmente teniendo en consideración la connotación moral que la “imbecilidad” también puede tener).

Esta afirmación del secretario general provocó una queja oficial del gobierno español ante la organización americana.

Vale la pena contar que Almagro pronunció su frase luego de que Zapatero hiciese unas declaraciones en las que vinculaba las sanciones impuestas por la comunidad internacional al régimen de Maduro con la crisis económica venezolana. Unas declaraciones muy peculiares, si uno toma en cuenta que, por un lado, las sanciones no han sido impuestas contra Venezuela, sino personalmente contra los jerarcas del régimen de Maduro. Y, por otro lado, que Venezuela ya hacía noticia por su inflación, escasez y caída de la producción mucho antes de que se pusieran en práctica las sanciones de las que habla Zapatero.

Por supuesto, se puede pensar que siempre hay que guardar las formas. Pero luego uno ve que Zapatero también ha dicho que el plan del régimen para salir de la crisis económica –el plan del famoso “cero mata cero”, creado por primera vez en la “historia económica del mundo” según Maduro– va “en la línea de lo que se necesita”. Y uno recuerda también cómo Zapatero convalidó las últimas elecciones fraudulentas del régimen acusando a la oposición de no querer dialogar. Y entonces uno vuelve a pensar...

En Derecho existe una figura muy interesante, conocida como la “excepción de la verdad”, por la que el juez puede permitir en algunos casos a quien es acusado de injuria librarse de ser condenado si demuestra que lo que ha dicho es verdad.

Pues bien, leyendo, e incrédulamente releyendo, todo lo que ha dicho y hecho Zapatero desde que “media” en Venezuela (de lo que solo he dado algunos ejemplos), no puedo evitar una honesta pregunta. Teniendo en cuenta que la palabra usada por Almagro existe, y que recoge una realidad humana que también existe, ¿no podría contestar oficialmente la OEA a la queja del gobierno español con la excepción de la verdad?

Nota del editor: .