Si de balances se trata, el 2014 pasará a la historia nacional como el de la derrota de la izquierda social confusa y del nacionalismo arrogante.
Susana Villarán se va de la Municipalidad Metropolitana de Lima dejando tras de sí lo que cultivó con el mayor esmero: el caos urbano, la ineptitud administrativa y la confusión ideológica de un colectivo izquierdista que, en medio de su extravío, acaba de recibir desde fuera el puntillazo final con el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos.
De esa izquierda que pudo convertirse en una alternativa democrática y seria después del fujimorato, prácticamente no queda nada. Sus máximos representantes son hoy el preso Gregorio Santos y el cura Marco Arana, que se mantiene gracias a su prédica antiminera. Los demás, desde Patria Roja hasta el Movadef, no representan nada importante salvo sus posturas reaccionarias y antihistóricas. Cuánta razón tuvo un alumno mío cuando, al preguntarle si seguiría usando la chalinita verde, me respondió: “Quizá solo para ahorcarme”.
En medio de esta debacle política, organizacional e ideológica, emerge dentro de su inefabilidad el presidente Ollanta Humala en la graduación de una promoción más de oficiales del Ejército que lleva el nombre ominoso de Juan Velasco Alvarado. Es decir, del dictador que destruyó al Perú de 1968 a 1975 en su intento socializante. Hasta hoy nadie precisa quién le puso ese nombre para deshonrar a los jóvenes militares, pero el hecho de que asistiera el jefe del Estado es una clara ofensa al régimen social y constitucional de derecho vigente; y tal vez sea su último desafío a un país harto de la arrogancia de un gobierno esencialmente inepto en lo económico y confundido en lo político.
Lástima que en esa confusión se desbarranquen personalidades autodefinidas como liberales: desde Mario Vargas Llosa hasta Pedro Cateriano. ¿Estos avalistas del nacionalismo cómo se sentirán aplaudiendo y endiosando la memoria del velascato?
El oficialismo ya no tiene mayoría en el Congreso, el protopartido Gana Perú está en desbande, las denuncias de corrupción son múltiples (y apuntan al corazón del Ejecutivo) y la economía –pese al optimismo oficial– está severamente golpeada por la ineptitud de un régimen que ha puesto en riesgo todo lo logrado en más de veinte años de ajustes estructurales. El Parlamento incrementa su descrédito con aguinaldos egoístas y desproporcionados, mientras en las calles emerge una sana protesta juvenil (que no debe ser infiltrada por extremistas ni politicastros) cuyo objetivo es frenar no solo la ‘ley pulpín’, sino decirle ¡basta! a quienes creen que el Estado es su chacra.
El 2015 está a la vuelta de la esquina y, precisamente, la lucha que encabezan los jóvenes, hará que más temprano que tarde la política nacional dé un viraje crucial, a partir del cual se destapará la corrupción, se corregirá el rumbo y ojalá se consolide un gran frente republicano como alternativa de recambio en el poder. Esa será la victoria del Año Nuevo y será también la tarea de quienes, sin estar partidarizados ni tener pretensiones políticas, alentamos una transformación de las estructuras nacionales en democracia, con transparencia y justicia social.