(Ilustración: Giovanni Tazza).
(Ilustración: Giovanni Tazza).
Andrés Oppenheimer

Cuando el ex vicepresidente (76) y el senador (77) se presenten en los primeros debates demócratas el 27 de junio en Miami, se avivará la discusión pública sobre el hecho de que cualquiera de ellos –al igual que el presidente – sería el presidente más viejo de la historia de . Sin embargo, sus respectivas edades no serían un problema en otras partes del mundo.

En Asia, África y América Latina hay una larga historia de presidentes septuagenarios, octogenarios e incluso nonagenarios. He entrevistado a varios de ellos en América Latina y mientras algunos conservaron buenas condiciones hasta el final de sus mandatos, otros no tanto.

Para las elecciones estadounidenses de noviembre del 2020, Sanders tendrá 79 años, Biden 77 y Trump 74. El presidente más viejo en la historia de Estados Unidos fue Ronald Reagan, quien tenía 73 años y 274 días cuando fue electo para un segundo mandato.

En comparación, el dictador cubano Raúl Castro, que renunció oficialmente a la presidencia hace unos años pero sigue siendo el primer secretario del Partido Comunista de Cuba y el gobernante de facto de la isla, tiene 88 años.

El actual presidente de Uruguay, Tabaré Vázquez, tiene 79 años. Su predecesor inmediato, José Mujica, asumió el cargo a los 74 y gobernó hasta los 79. Uno de los candidatos más conocidos para las elecciones de octubre en Uruguay es el ex presidente Julio María Sanguinetti, que tiene 83 años y sigue tan brillante como siempre.

El reciente presidente de Brasil, Michel Temer, asumió el cargo a los 75 y lo dejó a los 78. El fallecido presidente venezolano Rafael Caldera fue elegido para un segundo mandato a los 78 años y dejó el cargo a los 83.

Caldera caminaba con dificultad en sus últimos años en el poder. También cometió algunos errores garrafales, como perdonar al ex militar golpista Hugo Chávez, que ganaría las elecciones pocos años después.

Uno de los presidentes latinoamericanos más viejos que recuerdo haber entrevistado fue Joaquín Balaguer, de la República Dominicana, quien gobernó hasta dos semanas antes de cumplir los 90. Al final de su mandato estaba casi ciego.

La última vez que lo vi, le pregunté cómo hacía para firmar sus decretos sin poder leerlos. Me contó que siempre le pedía a sus visitantes, ya fueran embajadores extranjeros o empresarios, que le leyeran en voz alta los documentos que estaban en su escritorio, para asegurarse de que sus colaboradores no lo engañaran.

En Asia, Oriente Medio y África, hay algunos gobernantes que están en sus noventa. El primer ministro de Malasia, Mahathir Mohamad, tiene 93 años y el presidente de Túnez, Beji Caid Essebsi, 92.

Los partidarios de los candidatos estadounidenses septuagenarios argumentan que la esperanza de vida ha aumentado en los últimos años. Según la agencia de Seguridad Social de EE.UU., un hombre estadounidense de 74 años –como Trump en el 2020– puede vivir 11,8 años más, mientras que uno de 77 años puede esperar hacerlo por 10 años más, y uno de 79 años, por 8,8 años más.

También hay una cuestión de salud mental. Si bien solo el 3% de las personas entre los 65 y los 74 años tiene demencia de Alzheimer, el riesgo de esa afección aumenta al 17% entre los 75 y los 84 años.

Tal vez, no sería una mala idea pedirles a los candidatos presidenciales que se sometan a exámenes de salud mental y divulguen sus resultados, así como lo hacen ahora con sus exámenes físicos.

Después de todo, no pretendemos que los presidentes corran maratones. Queremos que tengan agilidad mental y serenidad. Deberíamos pedirle a Trump, Biden y Sanders que se sometan a un examen de salud mental, y conocer sus resultados antes de las elecciones del 2020.

–Glosado y editado–
© El Nuevo Herald. Distribuido por Tribune Content Agency, LLC