Maite  Vizcarra

Los últimos reportados por el periodismo nos conmueven, pero, sobre todo, nos empujan a buscar explicaciones a tanta sevicia contra niñas y mujeres a lo largo y ancho de todo el país.

¿Por qué tanta ? Los expertos indican que este tipo de crímenes contra el género femenino tienen varias aristas, pero el problema yace en la legitimación social de conductas que, increíblemente, los hombres perciben como válidas.

Mucha de esa legitimación social está mediada por reglas sociales fuertemente arraigadas –machismo y discriminación–, pero también por los productos mediáticos que los varones consumen en el Perú, entre los que destacan los que se encuentran en Internet. De hecho, en el ínterin de violencia que rodea a los crímenes de odio, el uso de dispositivos como celulares es funcional: el acoso es en gran parte virtual.

Por ello, la suposición de que lo que pasa en Internet es ‘virtual’ y, por lo tanto, no es real, es falsa. Es vital empezar a observar qué está pasando en los espacios digitales, pues ahí también se incuba violencia contra la mujer. El acoso, ataque o amenazas virtuales decantan en violencia estructural y dan pie a un acceso diferenciado a Internet y a la tecnología para las mujeres y otras poblaciones vulnerables. Por ejemplo, si soy un foco constante de agresiones, mi acceso y disfrute de algunos productos digitales disminuirá y, por lo tanto, también los beneficios de la digitalización.

Y también es importante reconocer que estas formas de violencia, así sean mediadas por la tecnología, no operan de manera aislada: coexisten, se superponen y se fortalecen entre sí. Por lo tanto, es importante reconocer la dimensión y el alcance que puede llegar a tener en las víctimas.

Todo lo señalado me lleva a introducir una llamada violencia de género en línea que identifica a “cualquier forma de violencia basada en género que se comete o se agrava, en parte o totalmente, por el uso de tecnologías de información y comunicación” –Asociación para el Progreso de las Comunicaciones (APC)–. Este tipo de violencia afecta de manera desproporcionada a la mujer y está, además, en constante interacción con otros mecanismos de exclusión social como la discriminación por orientación sexual, raza, identidad étnica, opinión política, entre otros factores de identidad.

Si somos conscientes de que la violencia también es digital, podremos protegernos y proteger a quienes son más vulnerables en las redes sociales y lugares similares.

Así –y con la humildad que otorga el afán de solidaridad con las víctimas de feminicidio–, desde esta columna comparto ahora algunas acciones para protegernos –en tanto mujeres– de la violencia online:

Uno: bloquear o ignorar a los agresores. Esto implica eliminar sus comentarios y borrar todo su rastro en nuestras redes sociales. Su inexistencia es nuestra mejor defensa.

Dos: filtrar palabras ofensivas a través del uso de herramientas como hashtag en nuestras redes sociales. De este modo podremos evitar palabras como ‘asesinas’, ‘zorras’, etc., que facilitan a otros agresores la identificación de nuestra presencia digital. No hay que olvidar que la violencia digital suele ser colectiva y coordinada por este tipo de identificadores.

Tres: guardar evidencias, como fotos de perfil, nombres o alias.

Cuatro: visibilizar a los agresores es también una buena estrategia de defensa, pues no solo los exponemos a toda la comunidad digital, sino que protegemos a otras potenciales víctimas de su ataque. Visibilizar es, de paso, una forma de denuncia y apropiación de nuestros espacios digitales.

Cinco: proteger nuestros datos personales, lo que implica verificar a quiénes les estamos dando la opción –y el privilegio– de interactuar con nosotros en nuestras plataformas sociales. En ese sentido, la mejor opción será siempre establecer distintos niveles de privacidad.

La violencia de género y el feminicidio ya son amenazas cruentas que ponen en franco riesgo el desarrollo de las mujeres y niñas en el Perú. Por ello, hay que empezar a enfrentar este flagelo de una manera integral, y eso implica también a lo digital.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.



Maite Vizcarra Tecnóloga, @Techtulia