De pronto los peruanos hemos pasado a vivir políticamente en la mayor oscuridad y económicamente bajo la tenue luz marginal que alumbra la reservas de los años de crecimiento y, sobre ella, las ruinas de sucesivas pobres gestiones sociales gubernamentales.
Hemos perdido claridad en cifras, estadísticas y manejo del COVID-19, así como certidumbre y predictibilidad en las proyecciones económicas y financieras, además de confianza en el derrotero legal, constitucional e institucional del país.
PARA SUSCRIPTORES: Tras ciento un golpes, por Fernando Vivas
La tragedia sanitaria y económica por la que pasa el mundo no nos tiene que privar del derecho de exigirle a gobiernos, estados y organismos internacionales, una responsable transparencia en su misión y en sus actos.
Que a los colapsos de los que tanto se habla no se tenga que añadir el de la verdad.
Nos sentimos por momentos en el centro del ártico, sin más horizonte que el blanco infinito de cuarentenas y emergencias sin sentido, sin más abrigo que el que puede darnos el iglú de nuestra suerte individual y sin más trineo a la vista que el trineo oficial que pasa por delante para recordarnos que nos lavemos las manos, que mantengamos las distancias y que los muertos no somos nosotros.
Inicialmente teníamos la sensación reconfortante de que sea cual fuere la batalla sanitaria, social y económica que libraríamos frente a la más destructiva pandemia de la historia de la humanidad, el soporte político gubernamental, encarnado en el presidente Martín Vizcarra, se mantendría en pie, sin doblegarse, como él suele proclamarlo.
Sin embargo, cuando la verdad oficial transgrede y manipula la verdad real y cuando los salvavidas arrojados a la economía necesitan también de sus propios salvavidas, el soporte político gubernamental tiende a debilitarse y a colapsar.
A diferencia del promedio de soportes políticos en el mundo anti-COVID-19, el nuestro se dio el lujo de anteponer el improvisado voluntarismo presidencial de cada día a una estrategia agresiva y articuladora en todos los frentes críticos. Ahí están los resultados a la vista para probarlo.
Llegamos así a los 102 días de cuarentena en tinieblas, entregados a nuestro acostumbrado parloteo cotidiano confrontacional, del que apenas rescatamos algunas voces, mientras perdemos otras. Antes que ideas, solo escuchamos opiniones cruzadas, calificaciones y descalificaciones. Antes que debates, solo percibimos interlocutores desconectados de la sociedad y de sí mismos. Cero puntos mínimos de diálogo y acuerdos. Nada que esperar a mediano y largo plazo. Hasta el corto plazo es imprevisible.
Vizcarra y su Gabinete dan la preocupante impresión de estar dedicados, muros adentro, a muchas cosas (quizás a la construcción de un nuevo salto al vacío inconstitucional), excepto a sacar al país de la oscuridad en la que hemos ingresado. Rotos todos los esquemas de control de la pandemia, tampoco tenemos a salvo los esquemas de dirección, enfoque y equilibrio de la legislación y administración política del país. Nos asaltan los rumbos erráticos de la coyuntura política presente y del calendario electoral próximo.
Por sobre los desafíos que aún impone el COVID-19 y el rescate angustioso de las economías en el mundo, la palabra y la acción de quienes nos gobiernan deberían generar una brisna de resplandor en medio de la oscuridad que envuelve ambas tragedias.
Como la que generan las buenas ciencias médicas y sanitarias, sociales y políticas, económicas y financieras, antropológicas y biológicas, a la hora de examinar, iluminar y racionalizar nuestras confundidas visiones y prácticas estructurales e institucionales.
Sea cual fuere esta u otra pandemia, sea cual fuere esta u otra crisis, necesitamos llenarnos de más verdad y sinceridad, de más ideas y voces plurales que respeten a las otras igualmente plurales.
Pero que no sean ideas y voces en la oscuridad sino ideas y voces a plena luz del día, pues hacen falta entendimientos y consensos de cambio y reforma capaces de evitar que la sociedad sea una vez más la convidada de piedra de los poderes elegidos, diabólicamente, por ella misma.