(Ilustración: Mónica Gonzáles)
(Ilustración: Mónica Gonzáles)
Mario Ghibellini

Parece que fue Lenin quien acuñó en origen la consigna aquella de “salvo el poder, todo es ilusión”, que aquí corearon alguna vez con entusiasmo sus catecúmenos. La frase quería ser memorable, desde luego, pero conspiró contra ello el hecho de que ignorase una circunstancia ineludible de la vida: también el poder resulta a veces solo una ilusión.

Ahí tenemos, por ejemplo, el caso del presidente Vizcarra y el premier Villanueva, que han accedido nominalmente a él y en consecuencia creen que gobiernan… Cuando en realidad se limitan a aprobar medidas y, al menor eco de una pifia de calle o salón, se rinden y las desactivan. Lo que dicen, por lo general, es que las van a ‘evaluar’ (como sucedió ahora último a propósito del al diésel). Pero, a ese solo anuncio, hay que echarse a temblar, pues la experiencia enseña que el riesgo de que aquello sea solo la antesala de un retroceso sin atenuantes es elevadísimo.

–Ni cien curanderos famosos–
La enumeración de los casos en los que, en estos pocos meses que llevan al frente del Ejecutivo, han dado marcha atrás sobre asuntos ya puestos en vigor sería ociosa, pues durante los últimos días la prensa se los ha recordado escarnecedoramente. Alguien ha sugerido incluso que, en vez de asesores, el presidente y el primer ministro deberían contratar chamanes que les hagan una ‘limpia’. Pero la verdad es que, por lo visto, una vez que perciben el rumor de la protesta, como dice un viejo vals, ni cien curanderos famosos el susto les quitan.

Parte del problema, por supuesto, es que no parecen tener una idea muy clara de qué hacer con el país y andan confundiendo la brújula con el ‘aplausómetro’. Aun en medio de esa desorientación, sin embargo, tienen que haber sabido a principios de esta semana que, al desautorizar (de nuevo) al entonces ministro de Economía, , estaban hollando un territorio peligroso: la inexorable renuncia que ello acarrearía los iba a dejar expuestos en su dédalo de contradicciones y ataques de pánico. Y, peor todavía, les iba a hacer muy difícil conseguir un reemplazo competente para el cargo.

¿Quién que no tenga un currículum a lo Yesenia, en efecto, estaría dispuesto a asumir la cartera de Economía para que le estén ‘evaluando’ las decisiones ya discutidas en diez días después de que han aparecido en “El Peruano”?

La previsible consecuencia fue, como sabemos, que tuvieron que negociar arduamente con Carlos Oliva para que aceptase ajustarse el fajín. Y, en el fondo, acceder a condiciones que probablemente ni siquiera les han sido formuladas. Porque un nuevo titular del que les renuncie a la vuelta de la esquina los dejaría en una situación de descrédito que las encuestas ya no podrían medir. Así que si Oliva les pide veinte planchas, probablemente los veremos ponerse el buzo.

El jueves tuvo lugar en Palacio una juramentación. Es legítimo, no obstante, preguntarse quién juramentó a quién, porque, según hemos aprendido, lo que hoy parece cierto siempre está en evaluación. Y el poder, como decíamos al principio, no es a veces otra cosa que un pedazo de ilusión.