La preocupación por el crecimiento económico parece atormentar al Gobierno, pero este no atina a actuar de manera valiente para dar una señal potente que reanime la producción y el consumo.
Sabemos que el crecimiento se da con más empleo y con mayor inversión. Más importante aun es que tales aumentos en empleo e inversión se hagan de la manera más productiva posible. No se trata solo de incrementar el monto invertido y emplear cada vez más personas, sino que ello se debe realizar con más eficacia. La inversión actual y el empleo que se genere deben resultar hoy en más bienes y servicios que aquellos que se produjeron con una misma cantidad de capital y trabajo el año pasado. Ello define lo que los economistas llaman aumento en la productividad total de factores (PTF).
El objetivo de todo gobierno diligente en el área económica debe ser crear las condiciones para que, además de fomentar mayor inversión y mayor empleo, se haga todo lo posible para que cada sol invertido y cada empleo creado produzcan hoy más que en el año anterior. Este aumento en la productividad es el elemento clave del progreso de todas las naciones que han alcanzado el desarrollo.
El aumento en la inversión, el empleo y la productividad se relacionan entre sí. Podemos sumar más empleo a la economía y produciremos más, pero para acoger a más trabajadores requerimos invertir y potenciar tal proceso con mayor productividad. Para entender el deterioro en el crecimiento, debemos analizar todo aquello que afecta la inversión, el empleo y la productividad.
Este año la inversión privada, más del 80% de todo lo que invierte el Perú, crecerá cero. La disminución de los precios de nuestras exportaciones y la lenta recuperación de la economía mundial tienen que ver con este fenómeno, pero día tras día escuchamos de decenas de emprendimientos retrasados o paralizados por causas que nada tienen que ver con precios internacionales o recuperación mundial. Tienen sí que ver con la desconfianza que proyecta el Gobierno con sus inútiles confrontaciones con la oposición, con sus medidas populistas, sus anuncios de retroceder en reformas exitosas para crear una AFP pública y, más importante que lo anterior, su total incapacidad para desenredar la maraña administrativa que inhibiría hasta al más optimista de los inversionistas.
¿Y qué pasa con el empleo? El miércoles pasado, por iniciativa del IPE, el decano de Economía de la Universidad del Pacífico reunió a expertos de todos los centros importantes de investigación para discutir el tema laboral. Lo más interesante de la discusión fue el increíble nivel de consenso que se manifestó entre expertos de instituciones que no siempre coinciden en sus diagnósticos. Aquí las principales conclusiones: la política laboral protege a menos de un tercio de los trabajadores y no se preocupa por los demás. El incremento del empleo está disminuido principalmente por los costos de despido como consecuencia del activismo del Congreso y la restauración de la estabilidad laboral absoluta por parte del Tribunal Constitucional. La simple noticia (Ley General del Trabajo) sobre una posible mayor rigidez laboral hace caer la contratación. La rigidez laboral resta más competitividad al Perú por encima de la inadecuada infraestructura, la educación de los trabajadores y el crimen. La política laboral está afectando con mucho más dureza a los jóvenes. La eficiencia del mercado laboral en el Perú es bajísima y las prácticas de contratación y despido están en la cola del ránking mundial con el puesto 130. Por último, el vía crucis que representan los trámites y controles burocráticos está extinguiendo poco a poco a las empresas medianas, imponiéndoles costos que las convierten en no rentables.
Sin duda, las mejoras en infraestructura, salud y educación levantarán la productividad, pero demandarán tiempo y serán paulatinas. Pero un golpe de timón en política laboral puede dar un vuelco a las expectativas empresariales y tiene el potencial de provocar un salto productivo. Por ejemplo, un régimen sencillo de inserción laboral para jóvenes de 18 a 29 años que permita gran movilidad en el empleo no solo aumentará el empleo formal con derechos laborales sino que ayudará a los jóvenes a descubrir cómo se adaptan sus talentos e inclinaciones en distintas actividades económicas.
En lugar de esperar sentados que Toromocho arranque, pongámonos a trabajar en aquello que cimentará permanentemente nuestro crecimiento.