Mientras que la atención del país durante la primera parte del 2021 estuvo puesta en la contención de la pandemia y en los movimientos políticos de cara a las elecciones, pasaron relativamente desapercibidos los avances de la economía. A diferencia de los otros dos aspectos, no obstante, en la actividad productiva sí se encontró alguna fuente de buenas noticias para el país.
De hecho, la expansión de 3,8% del PBI en el primer trimestre, con relación al mismo período del 2020, estuvo por encima de las expectativas, y varios indicadores empezaron ya a apuntar a una recuperación sólida luego del colapso del año pasado. A pesar de las medidas de restricción dictadas a causa de la segunda ola de contagios del COVID-19, los despachos de cemento, la importación de bienes de capital, la demanda de generación eléctrica, entre otros, llegaron a niveles cercanos o incluso superiores a los que se tenían antes de la crisis.
En diferentes aspectos, la economía peruana ha demostrado una resiliencia significativa y, de acuerdo con el reporte de inflación del Banco Central de Reserva (BCR) presentado esta semana, parece muy bien posicionada para recuperar terreno rápidamente en la segunda mitad del año. El ente emisor aún confía en una expansión del producto de más del 10% para el presente año y de 4,5% durante el 2022.
Pero este fuerte rebote no vendría por sí solo. En primer lugar, el avance de la vacunación –que ha alcanzado buen ritmo en las últimas semanas– es indispensable para regresar a algún nivel de normalidad en la vida diaria y en la economía. En segundo término, la recuperación de la actividad productiva necesita también un ambiente de confianza y estabilidad que promueva más inversión y contrataciones. Este último punto no es menor: si bien, como mencionamos, los indicadores de producción se han recuperado a velocidades por encima de lo anticipado, el mercado del empleo permanece aún golpeado. En la medida en que las familias no recobren su capacidad adquisitiva, cerrar las nuevas brechas de pobreza e impulsar el consumo privado será mucho más difícil.
Para recobrar confianza, la selección de autoridades de alto nivel del próximo gobierno será fundamental, y una de las más relevantes en este espacio es la figura del presidente del directorio del BCR. Esta semana, Julio Velarde, su actual titular, mencionó que él ya ha estado “un tiempo bastante largo” en la institución y que, aunque podría quedarse “un tiempo hasta que se nombre al nuevo presidente”, “sería una cuestión de meses”.
La trayectoria de Velarde al frente del BCR ha sido ejemplar. Los resultados obtenidos por su gestión –la inflación más baja de la región, un tipo de cambio sumamente estable a pesar de los últimos incrementos, y en general una política monetaria sólida– son una muestra de que la administración pública puede ser eficiente cuando se basa en la meritocracia y la institucionalidad. Similar reconocimiento merece también Renzo Rossini, gerente general de la entidad desde el 2004 y fallecido este año, así como el equipo que lideró. Acusaciones recientes sobre supuestas posiciones del BCR para utilizar políticamente el tipo de cambio y crear incertidumbre (como si esta no hubiese tenido otras causas suficientemente claras) son mezquinas e ignoran que el banco ha dispuesto, a la fecha, de más de US$10.000 millones en reservas para combatir la volatilidad del precio del dólar.
La economía peruana, en parte gracias al BCR, tiene las bases como para tomar vuelo entre este y el siguiente año. La pregunta es si la coyuntura sanitaria y sobre todo política la dejará despegar.
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