Ayer, en un evento en Palacio de Gobierno que contó con la presencia del líder chino, Xi Jinping, se inauguró finalmente el puerto de Chancay, luego de ocho años del inicio de su construcción. Será no solo el mayor puerto comercial del Perú, sino también de toda Sudamérica, lo que ha levantado en los países vecinos tanto preocupación por el impacto que tendrá en sus propios puertos como entusiasmo por las oportunidades comerciales que abrirá, especialmente para aquellos que, como Brasil, no cuentan con salida hacia el Pacífico.
Para decirlo en pocas palabras, el proyecto permitirá agilizar y abaratar el comercio entre nuestra región y China. Se calcula que el tiempo de traslado de los contenedores se reducirá en unos diez días, lo que permitirá que los productos que se envíen lleguen más frescos a su destino y con precios más competitivos. El puerto, además, contará con tecnología de punta (no solo para las labores de carga y descarga de las naves, sino también en lo que respecta a la generación de energía limpia) y con una profundidad que le permitirá recibir a los barcos más grandes del planeta. Todo esto supondrá una inversión de la estatal china Cosco Shipping –a cargo del proyecto– de unos US$3.400 millones, eso es más de lo que costó la construcción del nuevo terminal del aeropuerto Jorge Chávez y tanto como lo que costará el anillo vial periférico de Lima.
Los beneficios del puerto de Chancay son pues innegables. Pero los retos que trae consigo, también. La obra se ha erigido en una ciudad cuyos ciudadanos carecen hoy de servicios básicos durante todo el día y con escasa presencia policial. El fin de semana, en este Diario, explicamos el plan de desarrollo urbano que el Ministerio de Vivienda ha preparado para Chancay, uno que incluye más de 120 proyectos de inversión en edificios, unas 10.000 viviendas, un malecón de más de ocho kilómetros, un gran parque ecológico, entre otros. Todo esto suena bien en el papel, pero habrá que ver cómo se realiza y en cuánto tiempo.
Chancay será la puerta comercial más importante con la que contaremos a partir de ahora. Los beneficios que traerá consigo son incuestionables, pero, como hemos dicho antes, para aprovechar todo su potencial hay trabajo pendiente de nuestras autoridades. Después de todo, la mejor manera de defender un proyecto es demostrándoles a los ciudadanos cuyas vidas serán transformadas por él que este cambio será para bien.