(Foto: Congreso).
(Foto: Congreso).
Editorial El Comercio

Hoy se llevará a cabo que presidirá el hasta julio del 2020. Como ya es conocido, por primera vez desde que esta representación nacional ocupa el hemiciclo el fujimorismo no presentará un candidato como cabeza de lista, aunque integrará la nómina (Acción Republicana) en su intento por deponer al insurrecto (Unidos por la República), que buscará .

Más allá de lo que ocurra, empero, consideramos pertinente hacer un balance del trabajo que ha realizado este Congreso en su tercer año de gestión, que termina con (19%) como la que registró al cierre del primero y del segundo (23% y 15%, respectivamente).

Lo primero que salta a la vista, es que nos encontramos ante un Legislativo que cuenta con (12) de las que inauguraron el actual período parlamentario. Si bien es cierto, algunas formaciones datan de años anteriores –como es el caso del Nuevo Perú– ha sido en esta temporada en donde se ha registrado una proliferación de agrupaciones que siguieron formalizando su inscripción, inclusive, hasta en la última semana de trabajo (como ocurrió con Contigo y la ya referida ). Si a ello le sumamos los enroques de legisladores que pasaron de uno a otro (y a otro) bando, que regresaron a las filas de las que habían desertado o que anunciaron traspasos que nunca concretaron, lo que tenemos es un enorme galimatías que dificulta que los ciudadanos puedan ubicar la bandera bajo la que se enfilan sus representantes.

Más allá de las formas, el fondo del trabajo parlamentario –esto es, su labor de legislación y control político– también ha tenido un desempeño poco halagador.

Para comenzar, resulta difícil rescatar una sola reforma que haya sido planteada e impulsada de manera endógena por este Congreso en los últimos doce meses. Ello porque, en realidad, el Legislativo ha trabajado más bien de manera reactiva, aleccionada por un Ejecutivo que la las reformas judicial y política bajo la espada de sendas cuestiones de confianza.

Por otro lado, la pulsión por interpelar a los ministros –tan febril en años anteriores– tampoco se detuvo. Así, en los últimos meses se airearon (y en algunos casos, se concretaron) las admoniciones para llevar al hemiciclo a algunos miembros del Gabinete por las razones más baladíes, como ocurrió con el titular de Justicia, (por la firma del acuerdo con Odebrecht), el del Interior, (por un supuesto ‘chuponeo’ al expresidente Alan García) o el de Energía y Minas, (por otorgar la licencia de construcción para la mina Tía María).

No podemos soslayar, asimismo, la defensa que hizo el Legislativo de algunos funcionarios cuestionados. Al exfiscal de la Nación lo protegieron hasta que las evidencias hicieron imposible mirar hacia otro lado. Prueba de ello es que recién esta semana aprobaron la primera acusación constitucional contra el todavía fiscal supremo, aunque, , lo hicieron por solo un delito y dejándolo incólume en el alto cargo que aún ostenta.

Y en lo que respecta a sus colegas, las consideraciones lindaron con el ‘otoronguismo’. Al pedido de la Corte Suprema para levantar la inmunidad de arresto del ahora exparlamentario Edwin Donayre por el delito de peculado, por ejemplo, bajo argumentos antojadizos, en una coincidencia –por decirlo de manera tibia– que coadyuvó a la fuga del hasta hoy inubicable general en retiro. Mientras que en el caso de la legisladora naranja Betty Ananculi, la Comisión de Levantamiento de Inmunidad rechazó el pedido del Poder Judicial para que sea procesada por presuntamente haber consignado información falsa en su hoja de vida, en su contra.

Estas y otras cosas son las que explican el anémico respaldo popular de los parlamentarios. Ojalá que las elecciones de hoy traigan consigo un viraje en la forma como ha venido trabajando el Congreso, a fin de que el próximo año podamos hablar menos de sus escándalos y más de las leyes que han promulgado.