(Foto: Congreso).
(Foto: Congreso).
Editorial El Comercio

El martes de esta semana, el presidente del , , divulgó un mensaje en las redes que despertó algunas esperanzas entre los sectores ciudadanos –mayoritarios, a juzgar por las encuestas– que aguardan con expectativa la discusión de las reformas propuestas por el presidente en Fiestas Patrias y su posterior aprobación, con las modificaciones que hagan falta, para que puedan ser sometidas a referéndum.

En aparente respuesta a un reciente discurso en el que el mandatario había observado la inexistencia de un “sentido de urgencia” de parte de la representación nacional con respecto a las ya mencionadas iniciativas, Salaverry anunció que había decidido declarar en sesión permanente al Congreso y ‘agendar’ (sic) como primer tema para el pleno que debía celebrarse dos días después “el inicio del debate de la reforma del sistema de administración de justicia, en lo referente a la composición del Consejo Nacional de la Magistratura”. Todo esto, además, tras haber sentenciado que “los peruanos están cansados de tanto enfrentamiento” y “quieren ver a sus autoridades enfocadas en poder sacar adelante las reformas que requiere nuestro país”.

Con razón, entonces, el mensaje permitía alentar algún optimismo, pues no solo quería imprimirle velocidad a un proceso que se percibe como moroso en el Legislativo, sino que también aludía al estéril conflicto en el que están enfrascados el gobierno y parte de la oposición. De hecho, por un momento dio la impresión de que Salaverry estaba llamándoles la atención a varios de los miembros de la bancada de Fuerza Popular (FP), que él mismo integra, por sus ataques un tanto gratuitos al oficialismo y al Ejecutivo en los días previos.

Nos referimos, por ejemplo, a la actitud del parlamentario Luis Galarreta quien, 48 horas antes, había aseverado que el presidente Vizcarra y la vicepresidenta y congresista Mercedes Araoz “resultaron ser ‘los cuellos blancos de Choquehuanca’ (en alusión comparativa a la red de corrupción descubierta en el sistema judicial del Callao)”; a la legisladora (y vocera de la bancada fujimorista) Úrsula Letona, quien la noche del lunes apareció en un programa televisivo para dar por cierta una foto que circulaba en las redes y en la que supuestamente el actual mandatario posaba –en sus épocas de jefe de campaña de Peruanos por el Kambio– junto al ahora detenido José Luis Cavassa… sin siquiera haberse cerciorado de si en efecto se trataba de la persona en cuestión y teniendo que pasar por el bochorno de ser desmentida al aire (quien salía en la fotografía era el señor Carlos Portocarrero); o a la presidenta de la Comisión de Constitución, Rosa Bartra, quien el martes mismo dijo que entendía “el nivel de desinformación” del jefe de Estado sobre lo que se hace en el Parlamento y le dedicó además un comentario equívocamente compasivo. “Pobrecito”, le dijo.

A todo esto parecía estar refiriéndose Salaverry en su mensaje. Pocas horas, sin embargo, tuvieron que transcurrir para comprobar que su reflexión presentaba síntomas de haber caído en saco roto. No se produjo, en efecto, inicio de debate alguno sobre la reforma judicial en el pleno del jueves, pues las comisiones de Justicia y Constitución, por razones distintas, no pudieron presentar los predictámenes que debían servir de punto de partida para la discusión. Y, por otra parte, los ataques inmotivados a los miembros del gobierno no dieron señas de estar en vías de retroceso.

Consultado el miércoles 12 sobre la pertinencia de su paralelo entre la señora Araoz y los integrantes de la mafia de Los Cuellos Blancos del Puerto, Luis Galarreta se limitó a apuntar con despreocupación: “Son comentarios”. Y de inmediato volvió más bien a la carga con una especie peregrina que había ensayado ya en la misma entrevista en la que lanzó la controversial calificación. “Acá hay una intentona golpista”, afirmó en alusión a quienes, como los representantes del Ejecutivo, les dicen a los congresistas que “tienen que sacar la reforma ahorita”. Todo un homenaje al mensaje del presidente del Congreso sobre el cansancio ciudadano con respecto a los enfrentamientos entre autoridades. Un mensaje que, como aquellos que en las novelas lanzan los náufragos en una botella, daría la impresión de no hallar destinatarios.