El viaje de los congresistas Ilich López, Jorge Luis Flores, Kelly Portalatino, Elizabeth Medina, Karol Paredes y Silvia Monteza a China para participar en un evento celebrado entre el 28 y el 30 del mes pasado va tomando un cariz cada vez más sombrío para sus participantes.
La travesía, como se recuerda, comenzó con un escándalo: la detención del parlamentario Flores el 24 de junio, cuando intentaba abordar el vuelo con destino al país asiático luego de que Migraciones detectara que cargaba con un impedimento de salida del país. Esto, tras haber sido declarado reo contumaz por ausentarse de una audiencia judicial realizada un mes atrás en su región, Puno, donde se le sigue un proceso por peculado doloso. Y ya se sabe que lo que mal empieza suele terminar igual.
En los días siguientes se conoció que la invitación a Shanghái había sido sufragada por una empresa, Digital Policy & Law Group (o DPL Group), con sede en México. Que esta se había extendido durante 12 días y que giraba en torno a una feria tecnológica, a pesar de que ninguno de los legisladores invitados forma parte de la Comisión de Ciencia, Innovación y Tecnología del Parlamento o está trabajando en alguna iniciativa relacionada con alguna de estas materias. También, que la visita podía suponer una infracción de naturaleza ética y hasta, a juicio de algunos penalistas, configurar un posible delito de cohecho. Y, finalmente, fuentes de este Diario han revelado que el congresista Flores, el mismo que fue detenido en el aeropuerto, habría estado acompañado de su esposa, que habría llegado a China por sus propios medios.
Como varios expertos han advertido ya, el artículo 7 del Código de Ética Parlamentaria proscribe tajantemente la posibilidad de que los legisladores reciban donaciones de cualquier tipo. Y para muchos es evidente que disfrutar de un viaje con todos los viáticos pagados por una empresa privada encaja en la definición de dádiva. Y aquí aparece el primer problema: la presidenta de la Comisión de Ética, Karol Paredes, es justamente una de las integrantes de la delegación viajera, por lo que su interés por que ese debate sea zanjado sin sanción alguna para ella y sus acompañantes es más que evidente. Para complicar las cosas, el Parlamento se encuentra en receso, así que el referido grupo de trabajo no se instalará hasta finales de mes y, en el medio, las negociaciones con miras a la elección de la Mesa Directiva han propiciado que en el Congreso no parezcan muy interesados en evaluar un episodio que podría acarrearles alguna sanción a seis de sus integrantes.
Sin embargo, si la naturaleza del periplo genera bastante preocupación, las respuestas que han dado los congresistas protagonistas del escándalo solo ensombrecen el panorama. Consultada el miércoles, por ejemplo, por los detalles de su visita a China, la legisladora Paredes aseguró que no recordaba el hotel en el que se había alojado ni la comida que recibieron. “Han sido tantas las comidas que hemos comido que ya ni me acuerdo”, dijo. Una afirmación sencillamente imposible de creer.
Por otro lado, la legisladora Portalatino trató de justificar su estancia en el país asiático aludiendo a su condición de exministra de Salud, y dijo haberla aprovechado para conocer sobre digitalización y empleo de la tecnología en temas de ese sector. Un buen ejemplo de lo que se conoce como buscarle tres pies al gato. Pero quizás el más honesto de todos fue el legislador Ilich López, que, entrevistado en Panamericana el último jueves, aseguró que no sabía por qué la empresa DPL Group se había fijado justo en él para invitarlo a Shanghái.
La realidad es que no existe justificación válida para la travesía de estos legisladores, más allá de lo que puedan decir. Y que la tesis más verosímil a estas alturas apunta a que la empresa benefactora decidió desembolsar una nada desdeñable suma de dinero en ellos porque esto le favorecerá de alguna manera. Lo demás son, como se dice, cuentos chinos.