Editorial El Comercio

Una de las consecuencias poco discutidas de la destrucción institucional que ha sufrido el Perú en los últimos años es la aparente extinción de personajes que la juventud aspire a imitar. Es difícil –si no imposible– pensar, por ejemplo, en un expresidente peruano que los niños de hoy puedan ver como modelo a seguir en su desarrollo personal y profesional. La esfera deportiva popular, que podría ofrecer opciones saludables y ajenas a la natural controversia política, tampoco ha provisto ejemplos libres de escándalos ni con buenos resultados.

El contexto, pues, hace especialmente valioso lo conseguido por que participan en los como Kimberly García, Cristhian Pacheco, Gladys Tejeda y el equipo de surf peruano. García se llevó la medalla de oro en marcha atlética. Pacheco hizo lo propio en maratón. Tejeda volvió a destacar en maratón femenina, en tanto que el ‘Team Perú’ de surf tiene ya aseguradas al menos cinco preseas en distintas categorías.

El trato que han recibido los atletas, sin embargo, no ha estado a la altura de los logros. Pacheco –que además es bicampeón– contó que a su regreso a Lima no hubo recepción alguna de parte del Instituto Peruano del Deporte (IPD) y que más bien tuvo que pagar él mismo un taxi con dirección a su hotel. El desplante –que podría no pasar de ser una amarga anécdota– en realidad encapsula el nivel de apoyo e interés que exitosos deportistas peruanos de diversas disciplinas han recibido a lo largo de los años. El presupuesto es mínimo, la gestión de las federaciones no siempre adecuada y la atención popular –con excepciones– suele ser escasa. Así, los deportistas, incluso los de élite, se forman en entornos donde hay muy poco soporte más allá del empuje personal y del sostén de la familia y amigos.

Así como las alegrías que los logros de deportistas peruanos traen son transversales a la sociedad, también debería serlo el apoyo que reciben. Por ejemplo, desde El Comercio, a propósito de la celebración de los 185 años de fundación de este Diario en el 2024, se reanudarán los semilleros, torneos para menores que promoverán –como en años anteriores– los valores de disciplina, perseverancia, compañerismo y resiliencia. En general, la experiencia internacional demuestra que las iniciativas desde diferentes espacios de la sociedad civil son indispensables para crear una cultura deportiva enraizada.

Pero aun los mejores esfuerzos de este tipo serán insuficientes sin un mayor apoyo desde el Estado. Los políticos de turno suelen estar especialmente atentos para estar presentes en la foto con el atleta peruano ganador en una justa internacional, pero durante los años previos de preparación que demandó la competencia su ausencia es notoria. En las más de tres horas que tomó el discurso de la presidenta Dina Boluarte el 28 de julio pasado, por ejemplo, no se destinó ni un minuto a la importancia de la promoción del deporte y la educación física. Los presupuestos estatales reflejan la baja prioridad.

No se trata, vale recordar, de una frivolidad. La cultura deportiva promueve la salud de la población y buenos hábitos que pueden mantener a la juventud alejada del crimen y de otras malas influencias para su desarrollo personal. Pero si se quiere realmente transmitir un mensaje sobre la importancia del deporte, lo mínimo que se puede esperar es un trato adecuado para los atletas que –a pesar de la negligencia histórica– siguen trayendo medallas y alegrías al territorio nacional.