La erradicación de los cultivos de coca que se destinan al narcotráfico no está siendo tratada con la atención que merece. El exministro del Interior Rubén Vargas lo ha explicado con cifras en este Diario: “En la cuantificación de los cultivos de coca para el 2022, vamos a superar las 100 mil hectáreas, que representan más de 180 mil toneladas de hoja de coca; solo 12 mil toneladas satisfacen al mercado tradicional de la hoja de coca”… no es muy difícil adivinar dónde termina el excedente; esto es, en la producción de droga.
Y, sin embargo, en los últimos dos años la erradicación de los cultivos ha avanzado con pies de plomo. El exviceministro del Interior Ricardo Valdés ha advertido, por ejemplo, de que “no llegamos ni a 5 mil hectáreas erradicadas [en lo que va del 2021]”, cuando “usualmente las metas van entre 20 y 25 mil hectáreas [al año]. Tenemos un atraso”. Con esto en mente y tomando en cuenta que nos encontramos ante un gobierno que no ha dado mensajes claros en este sentido, uno esperaría una estrategia contundente de parte del Ministerio del Interior, que encabeza el señor Luis Barranzuela. Sin embargo, esto no ha ocurrido.
Consultado el domingo en una entrevista televisiva por su plan respecto de la lucha contra el narcotráfico, el funcionario respondió: “La política y el plan va a ser el ataque frontal, como siempre lo ha hecho la policía”… una frase que puede sonar bien, pero que escamotea el papel medular que juega la eliminación de cultivos en esta lucha. Minutos después, además, encaró a su interlocutor: “Yo le digo, señor periodista, ¿la hoja de coca es droga? Por supuesto que no”.
Pero las generalidades no acaban allí. Requerido por su estrategia para atajar la situación de inseguridad ciudadana que parece haber desbordado la capital, explicó: “Todos los patrulleros tienen que estar en las calles […]. La policía no puede estar estática”. Y preguntado específicamente sobre delitos como el raqueteo o el sicariato, expresó: “En los próximos días vamos a plantear un sistema para evitar este tipo de actividades”.
Es justo decir, por supuesto, que el problema excede al ministro y compromete a un gobierno que, luego de dos meses, no ha mostrado un horizonte en ninguno de estos temas. Tal vez, creemos, ni siquiera tiene uno.
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