Editorial El Comercio

En su condición de segunda vicepresidenta del Congreso, la legisladora () está camino a enfrentar una moción de censura, promovida por la bancada de Renovación Popular y respaldada por varias otras. ¿El motivo? La reunión que sostuvo en su domicilio con el titular del Interior, Willy Huerta, el jueves de la semana pasada, 29 de setiembre. Una cita de la que la opinión pública y el resto de los integrantes de la Mesa Directiva solo se enteraron a raíz de un informe periodístico con ribetes de ‘destape’ emitido un día después.

Lo que convirtió el encuentro en sospechoso, como se sabe, es que parecería confirmar la embozada sintonía política que existiría entre la bancada del partido encabezado por José Luna Gálvez y el referido ministro, o el Gobierno en general. Días antes de la visita de Huerta a la parlamentaria Calle, cinco miembros de esa bancada habían votado en abstención frente a la iniciativa de censura a Huerta, a pesar de que las razones para licenciarlo abundaban y que incluso uno de ellos –el congresista Enrique Wong– había firmado originalmente la moción para hacerlo. Una actitud que apuntaba en el mismo sentido de tantas otras votaciones en las que Podemos Perú le había sacado las castañas del fuego a la actual administración.

Así, en realidad, este trance no solo afecta a la segunda vicepresidenta del Parlamento. En el fondo, es toda la bancada a la que ella pertenece la que está en la picota. Por eso, más allá de que se alcancen o no los votos necesarios para removerla del puesto que ocupa, la moción tiene una dimensión de denuncia. Y hacer visibles a los aliados secretos que, aun en sus empeños más nocivos, el oficialismo tiene en la representación nacional puede resultar útil en la antesala de muchas otras definiciones que podrían tener lugar en el hemiciclo en un futuro cercano. En alguna medida, podría decirse que, con prescindencia del resultado que obtenga en el Congreso, la censura ya se produjo.

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