El miércoles pasado, el vicepresidente y ministro de Transportes y Comunicaciones, Martín Vizcarra, concedió una entrevista al diario “Perú 21” en la que ofreció comentarios sobre el conflicto en la provincia de Cotabambas a partir del proyecto minero Las Bambas. Mencionó que el Gobierno había presentado un plan de desarrollo provincial cuyo objetivo sería lograr “una mejora significativa de desarrollo humano”. Eso es plenamente razonable y positivo.
Sin embargo, acto seguido, el también ex gobernador de Moquegua añadió: “No es posible que exista un proyecto millonario en un contexto de pobreza, abandono y olvido”. La frase no deja de ser llamativa y revela, de plano, una visión de gobierno poco acertada sobre la manera en que el desarrollo económico y el social se refuerzan el uno al otro.
En primer lugar –y sin dejar de señalar que falta mucho por avanzar– es justo reconocer el progreso de Apurímac en los últimos años. La pobreza en la región ha bajado de 70,3% en el 2004 a 38,7% en el 2015; más de 30 puntos porcentuales de diferencia en apenas 11 años. Al mismo tiempo, la desnutrición crónica disminuyó de 43% en el 2000 a 16% en el 2014. La mortalidad infantil, la electrificación de hogares, el acceso a agua potable y saneamiento y casi todas las variables económicas y sociales muestran mejoras similares en el mismo período. Apurímac, de hecho, es la región con el segundo mayor incremento del ingreso mensual por trabajo en los últimos 15 años, solo detrás de Ayacucho. Hablar, pues, sobre la pobreza, abandono y olvido de la región es solo la mitad de la historia.
En segundo lugar, y más importante aun, los “proyectos millonarios” a los que hace alusión el vicepresidente no solo sí pueden darse en zonas de relativo atraso económico y social, sino que deben desarrollarse sobre todo ahí. El caso de Arequipa con la minera Cerro Verde ofrece un buen ejemplo del dinamismo productivo que traen proyectos de gran envergadura en la economía regional, pero quizá el ejemplo de Moquegua, precisamente la región que lideró el señor Vizcarra, sea el más paradigmático.
En parte gracias al aporte de la gran minería moderna es que esta pequeña región de la costa sur cuenta con buenos indicadores de pobreza, educación, salud, etc. La generación de empleo directo, indirecto y el canon que se logra con estos proyectos pueden ayudar a cerrar brechas económicas y sociales significativas.
En el otro extremo se encuentra la región de Cajamarca. Como se recuerda, en el departamento se frenó la implementación de grandes proyectos mineros hace unos años y, según el Instituto Peruano de Economía (IPE), hoy se halla en recesión luego de dos trimestres consecutivos de contracción económica. Así, pretender que las grandes inversiones se lleven a cabo solo en la medida en que no exista “pobreza, abandono y olvido” es poner la carreta por delante de los caballos.
La oportunidad que ofrece Las Bambas para el desarrollo de Apurímac no tiene precedentes. Pero para hacer viable la producción minera y que esta se convierta eventualmente en beneficios directos para la población apurimeña el Gobierno debe tener claro su rol, y más claro aun que la pobreza, el abandono y el olvido solo se vencen con Estado de derecho, empleo e inversión.