Editorial: ¡Ah, Caracas!
Editorial: ¡Ah, Caracas!

De entre los múltiples saludos de felicitación que ha recibido en estos días Pedro Pablo Kuczynski desde distintas partes del mundo, hay uno que destaca de manera relevante. Nos referimos, desde luego, al que le envió el líder opositor y ex candidato presidencial venezolano Henrique Capriles.

“Desde nuestra amada Venezuela, en emergencia, felicitamos al nuevo presidente electo del Perú. ¡No olvidar esta tierra de Bolívar!”, escribió Capriles en su cuenta de Twitter.

Y la respuesta del presidente electo no se hizo esperar. “Los peruanos demócratas llevamos a Venezuela en el corazón. ¡Y la memoria! Gracias, amigo”, expresó a través del mismo medio. Un mensaje que, no por escueto, fue poco elocuente.

El tuit de PPK, en efecto, no se limitó a agradecer protocolarmente el saludo, sino que hizo notar que había detectado las alusiones de Capriles a la difícil situación que se vive en su país, pues aludió a la democracia –que es precisamente lo que el régimen de Hugo Chávez (antes) y Nicolás Maduro (ahora) ha avasallado en Venezuela– y a la memoria, que es lo que hace falta para atender la demanda de no olvidar la “tierra de Bolívar”.

Kuczynski, además, ha llamado a Capriles “amigo”, un gesto de cordialidad que seguramente ha de resentir Maduro y que, por eso mismo, sería impensable de parte de la actual administración o de quien la encabeza.

Durante estos cinco años, como se sabe, el gobierno nacionalista ha oscilado entre el silencio y las fórmulas retóricas de “llamado al diálogo” frente a los atropellos a la independencia de poderes, a la libertad de prensa y al ejercicio de la oposición en el país llanero. Para ilustrar esto, pensemos nada más en la brutal agresión que han sufrido recientemente de parte de una turba chavista los congresistas contrarios al gobierno, o en la prisión y arresto que padecen arbitrariamente líderes opositores como Leopoldo López y Daniel Ceballos, respectivamente.

En lo que concierne específicamente al presidente Humala, por otra parte, cabe recordar que este no dudó en llamar más bien “compañero y amigo” o “un patriota” al dictador Hugo Chávez, y en definir la inaceptable situación política que existe bajo su sucesor como “una lucha encarnizada entre un gobierno y una clase política donde se engloban la mayoría de empresarios” [sic].

Las razones de esta complicidad con una tiranía que, salvo la izquierda más dogmática, todos los otros sectores políticos del Perú reconocen, han sido atribuidas a las viejas vinculaciones amicales de distintos representantes del oficialismo con los rostros más visibles del referido régimen y también a los supuestos aportes económicos del chavismo a las campañas presidenciales del humalismo (una presunción que tendrá que ser demostrada a partir de las investigaciones que se siguen al respecto). Pero sea por lo primero o lo segundo –o por una combinación de las dos motivaciones– estamos indudablemente ante una actitud oprobiosa que mancha la política exterior de nuestro país.

Por eso, la respuesta del futuro presidente del Perú a Henrique Capriles es alentadora. Porque promete un cambio a nivel oficial en esa actitud, tal como se esperaba de un candidato que, sobre todo en la segunda vuelta, llevó adelante su campaña identificándose como un abanderado de la democracia.

En ese sentido, por cierto, es sintomático que entre los saludos de los diversos jefes de estado latinoamericanos que ha recibido hasta ahora –Enrique Peña Nieto de México, Mauricio Macri de Argentina, Michelle Bachelet de Chile, etc.– no se cuenten ni el del gobernante venezolano ni los de sus aliados más conspicuos en el continente.     

Sería deseable, finalmente, que a partir del 28 de julio, el futuro gobierno no esté solo en esta muestra de solidaridad con los luchadores por el restablecimiento de la democracia venezolana, sino que se aúnen a esa expresión todos los sectores –presentes en el Congreso o no– que creen en ella. Después de todo, siempre es útil saber quién es quién antes de empezar un nuevo capítulo en nuestra historia republicana.