Esta semana estuvo en nuestro país el ex presidente de Chile, Sebastián Piñera, para asistir como expositor a la IX Cumbre Internacional de Comercio Exterior que organizó la Cámara de Comercio de Lima (CCL). El señor Piñera previamente había afirmado en diversos medios locales tener la convicción de que el triángulo terrestre en nuestra frontera con Chile pertenecía a dicho país, a pesar de que sabemos que el derecho, basado en el Tratado de 1929, asiste claramente al Perú y de que la Corte Internacional de Justicia no se pronunció sobre este tema en la sentencia sobre nuestro diferendo marítimo con Chile.
Las desafortunadas declaraciones del ex presidente, por otro lado, avivaron un movimiento liderado por personas que buscan capitalizar políticamente un sentimiento anti-chileno. Por ejemplo, al momento de su llegada al evento, un grupo de manifestantes, encabezados por el congresista Jorge Rimarachín, lo esperaban en la puerta portando carteles con mensajes de todo tipo, desde pedidos de “boicot a Chile” hasta frases como “la patria no se vende, la patria se defiende”. Sin embargo, de todas las declaraciones en contra del país vecino, probablemente la más extravagante provino del propio señor Rimarachín, quien se aventuró a decir que “hay una ocupación silenciosa de Chile en el Perú”.
Ahora, si bien es cierto que las declaraciones del señor Piñera no fueron las más oportunas, también es verdad que él incidió en que las distintas interpretaciones en esta controversia no deben interponerse en la agenda a futuro compartida por nuestras naciones. Y el ex presidente chileno tiene razón en este último punto (aunque habría contribuido más a la causa si no reavivaba la discusión). Nuestras controversias en materia de política exterior deben mantenerse en la vía diplomática y al margen del resto de relaciones que venimos desarrollando con nuestro vecino del sur. Buen ejemplo de cómo esto puede llevarse a la práctica fue, precisamente, la manera en la que ambos países solucionamos las disputas marítimas utilizando el camino de La Haya, mientras que dejábamos el camino libre para que se continúen fortaleciendo las relaciones comerciales y la unión cultural y social entre ambos países.
Las relaciones entre el Perú y Chile, de hecho, son tremendamente beneficiosas para nuestro país. En efecto, el Perú es el octavo socio comercial más importante de Chile, y, después de Argentina, es el país con el mayor número de empresas chilenas. Perú, además, es el cuarto receptor de las inversiones directas de Chile en el exterior y principal destino de sus exportaciones de bienes, mientras que Chile, por su parte, es el noveno destino más importante de las exportaciones peruanas.
Asimismo, no podemos pasar por alto que en el 2013 el intercambio comercial entre los dos países alcanzó los US$3 mil millones. Por otro lado, en la actualidad las inversiones peruanas en Chile alcanzan los US$8.500 millones (incluidos más de 200 restaurantes de comida peruana), mientras que las inversiones chilenas en nuestro país superan los US$13.600 millones. Ambas naciones, además, han consolidado una iniciativa revolucionaria para la región: la Alianza del Pacífico (conformada además por Colombia y México), zona de libre comercio que representa cerca del 50% del comercio de Latinoamérica.
Las oportunidades futuras para el Perú en Chile son también de suma importancia. Por ejemplo, Chile actualmente tiene un alto déficit de energía y ha expresado en diversas ocasiones su interés por adquirir gas de nuestro país, por lo que si desarrollamos nuestro potencial energético podríamos incluso venderle electricidad, lo cual resultaría sumamente beneficioso para ambas naciones.
Otro aspecto que ha contribuido en gran medida a la integración de nuestros países son los lazos migratorios que existen entre ambos. De hecho, la colonia peruana es la más grande en Chile: más de 100 mil peruanos viven en el país vecino y representan el 30% del total de residentes extranjeros. Por otro lado, según la Superintendencia Nacional de Migraciones, el mayor flujo migratorio al Perú desde el 2010 proviene de Chile y de Ecuador.
Son innumerables las ventajas que representa el acercamiento entre nuestro país y Chile. Y mientras más estrechamos nuestros lazos económicos, sociales y culturales más sólidos además se vuelven los fundamentos de la paz y cooperación que hoy nos unen. Los peruanos, pues, tenemos la responsabilidad de mantener la posición de madurez con la que hasta hoy manejamos la defensa legal de nuestros límites, de modo que logremos construir una integración cada vez más intensa y podamos permitir que los mencionados beneficios puedan multiplicarse para ambas naciones. Y no debemos permitir que el chauvinismo anacrónico de algunos irresponsables a ambos lados de la frontera termine perjudicando un promisorio futuro.