Los resultados de la elección de Estados Unidos no forman parte explícita de la lista de temas a tratar por los líderes que se reúnen esta semana en el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en Lima. Aun así, es el tema que flotará subrepticiamente en el ambiente y que tras bambalinas dominará buena parte de la discusión. Y es que la victoria republicana se enmarca en una corriente global –mucho más amplia que la elección de Donald Trump– que va en contra, precisamente, de los fines de integración y trabajo conjunto que persiguen eventos como el que durante estos días alberga nuestro país.
Sin embargo, viéndolo desde otra perspectiva, quizá el momento en que se desarrolla el foro APEC sea justamente el más adecuado. Ante la amenaza de fronteras cada vez más cerradas en zonas del Nuevo y del Viejo Mundo, la respuesta correcta no es el resentimiento y la retaliación; ello solo lleva a más rencor y pobreza. La respuesta correcta es, más bien, la demostración de que un mundo globalizado, integrado y libre funciona mejor para sus ciudadanos que uno cerrado, sectario y amurallado. De eso trata el APEC.
En los últimos años, el Perú ha aprovechado las oportunidades de integración comercial con varios países en la cuenca del Pacífico. Los acuerdos de preferencias arancelarias con Estados Unidos y China, nuestros principales socios comerciales, han sido claves para que las exportaciones nacionales totales hayan pasado de US$12.809 millones en el 2004 a US$34.236 millones en el 2015, al tiempo que nuestras exportaciones no tradicionales se triplicaron en el mismo período.
La agenda pendiente en el caso peruano, no obstante, trasciende largamente las potenciales barreras arancelarias al comercio que son parte de la discusión en el foro APEC. Muchas de estas ya han sido adecuadamente trabajadas en los varios acuerdos comerciales bilaterales y multilaterales que el Perú ha suscrito en los últimos años, logrando que los aranceles en la zona hayan bajado 70% en promedio y el comercio en la región haya crecido aproximadamente a un ritmo de más de 10% anual.
En primer lugar, entonces, está la urgencia de la atracción de capitales para el desarrollo de proyectos de inversión. Según la Comisión de Alto Nivel APEC 2016, el Perú recibió más de US$8.000 millones en inversiones de las economías del bloque después del 2008, año en que organizó por primera vez la cumbre de líderes. Esta vez se espera captar aún más.
En segundo lugar, dada la composición del mercado laboral y productivo peruano, resulta prioritaria la inclusión de las mypes en las cadenas de valor y circuitos internacionales productivos y comerciales. La experiencia demuestra que los pequeños exportadores nacionales tienen aún grandes problemas logísticos, de calidad y de sobrecostos que les impiden beneficiarse del acceso a un mercado de más de 2.000 millones de consumidores.
Finalmente, y no por ello menos importante, las barreras paraarancelarias han probado ser un escollo grave para las exportaciones peruanas relacionadas a la agricultura y a productos hidrobiológicos. Cultivos peruanos como la uva, la palta y el cacao tienen un enorme potencial en el mercado asiático, pero en países como el Japón –con el que tenemos un tratado de libre comercio y preferencias arancelarias– sufren de barreras fitosanitarias. La reciente visita del presidente Kuczynski a China ayudó a flexibilizar las restricciones al ingreso de la quinua y los arándanos a este gigante asiático, pero queda aún mucho por hacer con las contrapartes del Senasa en varios países del bloque APEC.
La cumbre que se celebra en estos días en Lima debe servir, pues, para posicionar al Perú como un destino seguro y rentable de inversiones, además de un país con un gran potencial productivo. En un marco más grande, sin embargo, el foro debe servir sobre todo para demostrar que, en el mundo moderno, el libre intercambio y la integración serán siempre superiores a las banderas de la desconfianza y el proteccionismo que hoy se izan.