Editorial: El camino del Vraem
Editorial: El camino del Vraem
Redacción EC

Junto con la batalla contra la minería ilegal, la lucha contra el narcotráfico es un tema que este gobierno parece estar tomando muy en serio y, hasta ahora, con buenos resultados. De hecho, el año pasado se batieron todos los récords de erradicación de cocales al llegar a la cifra de 23 mil hectáreas. Incluso se erradicaron todos los sembríos del , una zona que hasta ese momento parecía inexpugnable y que hoy ha sido recuperada para el Estado Peruano.

Seguramente con los ánimos recargados a causa de estos innegables éxitos, el gobierno se ha propuesto erradicar este año nada menos que 30 mil hectáreas y atacar por primera vez el valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem), donde nunca se ha erradicado antes. Más concretamente, la directora ejecutiva de Devida, , ha confirmado que este año el gobierno busca erradicar 16 mil hectáreas de cocales en ese valle (alrededor del 75% del área sembrada de esa planta en la zona).

Puede, sin embargo, que al plantear este ambicioso objetivo el gobierno esté pecando de confiado y poniendo la carreta delante del caballo en cuanto a su estrategia. Y es que existe al menos una diferencia de peso entre lo que era la situación del Monzón, donde el gobierno ha tenido su más impactante éxito en este terreno, y la del Vraem: este último valle está todavía habitado por varios remanentes terroristas. De hecho, hasta la fecha, la policía es repelida cada vez que intenta entrar en él. ¿Qué nos hace pensar entonces que el Estado podrá en un año erradicar el 75% de la siembra de coca del valle, si ni siquiera logra poner el pie en su puerta? Cuando se hizo la erradicación del Monzón, ‘’, quien operaba en el vecino Alto Huallaga, ya había sido capturado (y su remanente terrorista desactivado).

Más gravemente aun, puesto que casi todos los campesinos de la zona a la fecha viven de la siembra de coca, intentar iniciar una erradicación en las actuales condiciones podría suponer llevarlos a colaborar –como ya ha sucedido antes en otros lugares– con los remanentes terroristas de la zona. 

Antes de entrar a erradicar en el Vraem, pues, hay que cambiar algunas de sus presentes condiciones básicas. Y eso se debe hacer por dos frentes: el de los terroristas y el de la cadena del negocio de los cocaleros. 

En efecto, mientras no se desarticulen los remanentes terroristas que siguen operando en la zona, a quienes entren al Vraem a cumplir los trabajos de en agosto (para cuando se ha anunciado el inicio de las operaciones) se les podría muy bien aplicar las palabras de un poema de Tennyson: “Hacia el valle de la muerte marcharon...”. Desde luego, está claro que atacar y desarticular estas columnas será una labor compleja y difícil, pero también lo está que mucho más complejo y difícil será intentar trabajar bajo sus disparos. 

En tanto, el flanco del negocio puede irse atacando también en paralelo, con la ventaja de que esta es una operación que se puede llevar a cabo, en gran parte, desde fuera del valle. En los noventa se demostró que la mejor erradicación es la que aísla a los productores del resto de la cadena. En esa oportunidad, el éxito vino de la interdicción aérea; es decir, del corte del puente aéreo que saca la coca hacia sus países de destino. Al esfumarse los compradores de droga, bajó abismalmente el precio de la hoja de coca y los campesinos abandonaron por sí mismos el cultivo, sin fricciones con las fuerzas del orden. 

Un efecto similar al de la interdicción aérea se consigue atacando la cadena del negocio por el otro lado –el de los proveedores– y cortando el flujo de sin el que no se puede producir la pasta básica o la cocaína. Y esta es una tarea que la Sunat, que acaba de tener grandes éxitos contra la minería ilegal, sí parece estar en posición de emprender, sobre todo ahora que ha puesto en marcha el registro de empresas que importan, producen y comercializan la lista de insumos definida.

Por lo demás, tenemos la capacidad para mantener una política permanente de destrucción de pistas clandestinas. 

En suma, el Vraem sí debe ser el nuevo campo de batalla de un gobierno que viene teniendo grandes victorias contra el narcotráfico. Pero este es un terreno que, antes de ser penetrado, tiene que ser preparado.