El ministro Daniel Urresti dio a entender hace poco que se habían incautado 400 kilos de coca dentro del furgón del candidato por Fuerza Popular a la Alcaldía de Barranca, Alberto Tapia; la droga –se dijo– pertenecería al cuñado de este último. La noticia, sin embargo, resultó no ser cierta. Se trataba más bien de 42 kilos, y no 400, y estos se encontraban no en el furgón de Tapia (donde solo había 138 kilos de yeso), sino en dos balones de gas escondidos dentro del pozo de la casa de una sobrina del cuñado de Tapia.
El error –que parece atribuible a la manera atropellada en la que se manejó la información para que el ministro pudiese realizar un anuncio grandilocuente– es grave por más de un motivo. Primero, no se entiende por qué, una vez que la policía se dio cuenta de la realidad, no informó la verdadera historia. Se prefirió, en cambio, mantenernos en el error. A esto se suma que en el camino se perjudicó la reputación de un candidato, lo que además levanta suspicacias pues la incautación se realizó justo cuando Keiko Fujimori se encontraba en Barranca.
Lo cierto es que el ministro Urresti ya nos tiene acostumbrados a su figuretismo e inexactitudes. Sobre lo primero, es quizá sintomático que hace unos días decidiese cancelar una reunión con la ministra de la Mujer y Poblaciones Vulnerables para presentar a la prensa al viudo de la cantante Edita Guerrero, hasta entonces prófugo de la justicia. Esta presentación, sin embargo, no se concretó, aparentemente porque las críticas en las redes sociales lo hicieron desistir. Después de todo, ¿por qué tendría que presentar el ministro del Interior a un presunto delincuente común, sino por el mero afán de aumentar su popularidad manoseando un caso mediático?
Sobre las inexactitudes, por otro lado, también hay bastante que decir. Recordemos que varias de las cifras que él proveyó al presidente para su discurso del 28 de julio son, por decir lo menos, dudosas, como lo señaló el Grupo de Gobernabilidad Democrática y Seguridad Ciudadana, formado por diversos especialistas en temas de seguridad (incluidos anteriores ministros y viceministros del Interior). Por ejemplo, el ministro Urresti ha asegurado que durante el último año se detuvo a 160 mil delincuentes; es decir, cada día se detuvo a 438 personas. En el mismo período de tiempo se habrían también desarticulado 4.767 bandas delictivas; 13 bandas diarias esto es. A pesar de que intentó defender esta última cifra con explicaciones técnicas, estas no han convencido. Nos preguntamos, así, cuántas decenas de miles de bandas y cuántos cientos de miles de delincuentes existen entonces en el Perú. ¿Y cómo así el ministro no es consciente de que las cifras son desproporcionadas a primera vista para cualquiera?
Por otro lado, según Urresti, se habría intervenido e inmovilizado en una megaoperación más de 24 millones de pies tablares de madera procedente de la tala ilegal en la región Loreto. Ricardo Valdés, ex viceministro del Interior y también miembro del Grupo de Gobernabilidad Democrática y Seguridad Ciudadana, ha sostenido sin embargo que la única operación grande hecha este año en Loreto ocurrió cuando el ex ministro Walter Albán estaba en el cargo. En esta, por lo demás, se habrían intervenido solo 8 millones de pies tablares de madera, cuya procedencia ilícita, dicho sea de paso, estaba aún por demostrarse.
También genera dudas que durante el primer mes del ministro Urresti en el cargo supuestamente se hayan decomisado 56 toneladas de droga. Como bien han hecho notar diversas personas, las actas con las que el ministro Urresti buscó sustentar el decomiso de 52 toneladas de marihuana no hacen la diferencia entre plantas enteras y marihuana comercializable. Además, según estas, en uno de los dos días de la operación nueve policías habrían logrado, en tan solo cuatro horas, contar, desplantar y descartar 15 mil plantones de marihuana. A similar absurdo llevan las cifras del segundo día de la operación.
Por más que las cifras de aprobación le estén sonriendo, claramente el comportamiento del ministro impide que los ciudadanos tengamos certeza alguna de que el tema de la seguridad se está manejando con seriedad. Y, a la larga, esto mellará la alicaída confianza de la población hacia el gobierno. Este show, por todo esto, no debe continuar.