Los resultados de las elecciones regionales en Cajamarca costarán mucho al Perú en los próximos años, sobre todo a quienes más necesitan que se generen nuevos empleos y oportunidades para salir de la pobreza (o para no volver a caer en ella). En Cajamarca se ubica el 15% de la cartera de proyectos mineros del país. Es una inversión de más de US$9.000, que habría contribuido alrededor de un punto a la tasa del crecimiento del PBI, incluyendo en ellos al correspondiente efecto de arrastre que la minería tiene en otros sectores económicos (un estudio del IPE demostró que por cada puesto de trabajo directo que genera la minería se crean otros nueve en los sectores a los que esta compra bienes y servicios; algo que es muy lógico cuando uno descubre que, al menos hasta el 2012, la minería consumía alrededor del 14% de lo que producía la industria nacional).
Hay lecciones que rescatar de lo sucedido en Cajamarca. Una no es que a los cajamarquinos les gusta dispararse en los pies. Si han votado por Gregorio Santos, particularmente en los sectores rurales, es porque le han creído el cuento de que es el defensor del agua frente a las mineras (que la pondrían en “serio riesgo”); y porque no le han creído al Ministerio Público (MP) y al Poder Judicial (PJ) cuando han dicho –con razón– que hay pruebas contundentes de que Santos es un corrupto que se asoció con un empresario para saquear a la región, entre otras cosas, por medio de licitaciones amañadas. Más bien parecen haberle creído a Santos y su campaña cuando afirman que sus procesos penales no han sido más que una venganza de las mineras por medio de su Estado-lacayo.
Es verdad que las razones para no haberle dado crédito a la palabra de Santos en ninguno de los dos puntos son contundentes. En el caso de la corrupción, entre otras cosas, existe un audio en el que Santos coordina con el gerente de una de las sociedades vinculadas con el empresario que ganó 11 millonarias licitaciones cajamarquinas y otro en el que este empresario cuenta que deposita el dinero de Santos en Panamá. Y en el caso del medio ambiente, una comisión de peritos internacionales demostró que el gran peligro del que Santos habría “salvado” a Cajamarca era solo una patraña: con el trasvase de las lagunas habría mucho más –y no menos– agua en Cajamarca.
No obstante, el hecho de que, habiendo pruebas tan sólidas para mostrar que Santos mintió en Conga y es un corrupto, tantos cajamarquinos estén dispuestos a creer lo contrario solo prueba, por un lado, la mala labor que en la batalla de la imagen y la comunicación hace el Estado; y, por otro lado, la poca credibilidad que tienen nuestras instituciones. Dos problemas de fondo que cada vez tienen un costo más visible y más grande para nuestro desarrollo.
Lo de la batalla de la comunicación parece un problema que es sistemáticamente subestimado, gobierno tras gobierno. Así como tenemos una “oficina nacional” para lidiar con los conflictos sociales, deberíamos tener una oficina nacional –y más importante– para prevenirlos por medio de campañas de información. Luego de que la violencia estallara en Cajamarca en noviembre del 2011 el gobierno juró que recorrería la región informando a la población. Dos años después, es claro que, si entró en la batalla de la información, se la ganaron sus opositores: Cajamarca es la única región donde, según Ipsos, el principal problema que la población percibe es el del “medio ambiente”. Esto, pese a que en Cajamarca no se han registrado daños ambientales desde el 2000, pese a que tiene una pobreza que ya supera el 50% de su población y pese a que, solo en los cinco años anteriores a que se diera el levantamiento anti-Conga, la región había devuelto sin gastar a Lima S/.1.230 millones (ni más ni menos que 85% del dinero que tuvo disponible).
Luego está el problema de la credibilidad de las instituciones. A los cajamarquinos no les dice nada que el MP y al PJ consideren haber probado la culpabilidad de alguien, pero, dicho sea con el mayor respeto por los buenos elementos que existen en ambas, ¿a alguien más en el país les prueba algo que estas instituciones condenen o liberen de culpa a alguien?
El electorado cajamarquino acaba de autoinfligirse un daño enorme –golpeando seriamente, de paso, al país–. Pero las responsabilidades principales de esto van mucho más allá de la región y de este gobierno, aunque al menos este último las comparta.