Editorial: Cuestión de actitud
Editorial: Cuestión de actitud
Redacción EC

¿Cómo se sentiría si el entrenador del equipo de fútbol del cual usted es hincha anunciase que la próxima temporada espera perder la mayoría de partidos por goleada? ¿O qué pensaría si el gerente de su empresa le anunciara que el año que viene, inexorablemente, las cosas irán tan mal que solo queda aguardar con calma y resignación una terrible caída en las ventas? 

Al único sitio al que llevan actitudes derrotistas como las anteriores es, precisamente, a la derrota. Por eso, nos apena mucho que el ministro del Interior haya declarado esta semana que “nos espera, lamentablemente, un tiempo en el que la criminalidad va a estar alta”. Cuando quien encabeza la institución encargada de la seguridad pública realiza estas fatalistas declaraciones, lo más probable es que las mismas se terminen convirtiendo en una profecía autocumplida. Si el señor asume que se nos viene la noche y que no hay nada que él pueda hacer al respecto, es probable que no sea mucho lo que haga para cambiar ese destino.

Por otro lado, parece que el no es consciente de que sus pesimistas declaraciones son, en materia de seguridad, el equivalente a cuando el declaró, en materia económica, que se venían épocas de “vacas flacas”. Si el mismo ministro pronostica que a su sector le irá mal, ese mensaje influirá en las actitudes que adopten las personas y las empresas, para quienes la criminalidad es un factor importante a tener en cuenta al momento de tomar decisiones (las de inversión, por ejemplo).

Es innegable que, como señala el ministro, la situación de inseguridad y los problemas de la policía preceden a su mandato y demandan reformas profundas. Pero es indiscutible también que este gobierno no ha adoptado la actitud correcta frente a esta situación.

Para empezar, tratándose del problema que la ciudadanía considera como el más importante del país, se esperaría que el propio fuese quien liderase la estrategia para resolverlo. Pero, por el contrario, en este terreno el presidente brilla por su ausencia. Apenas asumió su mandato decidió colocarse a la cabeza del . Sin embargo, hasta el momento solo lo ha convocado dos veces. 

El presidente, de hecho, ni siquiera le ha dado al tema la importancia debida en su propio discurso público. Ha oscilado entre sugerir a los ciudadanos que colaboren absteniéndose de salir a la calle con efectivo y declarar evasivamente que él no tiene una “bola de cristal” para saber si la inseguridad es el mayor problema del Perú.

Si el presidente no convierte este tema en su prioridad ni exige a sus subordinados resultados concretos, medibles y periódicos, ¿por qué lo harían las autoridades de inferior jerarquía? ¿Y cómo puede demandar liderazgo para una profunda reforma del sistema de justicia penal al  si él no muestra liderazgo en la lucha contra el delito desde el Ejecutivo?

Paralelamente, varios ministros se han dedicado a dar excusas sobre por qué no pueden hacer nada, en vez de tomar una actitud proactiva e innovadora. Para el señor Pedraza, la inseguridad era tan solo un asunto de “percepciones”. Para el señor Jiménez, los ciudadanos sufrimos de “histeria” por la manera en la que nos preocupamos de la delincuencia. Y ahora el señor Albán nos dice que, en todo caso, la solución se encuentra en un lejano horizonte (¿cuando él ya no esté en esa cartera, quizá?).

No podemos creer que la batalla contra el crimen está perdida cuando aún se está librando. Necesitamos que el gobierno sea el primer convencido de que las cosas pueden ser diferentes y de que existen soluciones creativas para revertir esta situación. 

Hace ya muchos años en nuestro país se tomaron decisiones difíciles y se dio un giro drástico en las políticas públicas para superar la crisis económica. Hoy necesitamos reformas igual de profundas para vencer la crisis de inseguridad. Y una actitud derrotista no colabora con esa finalidad. Ella, en todo caso, es más bien una estupenda noticia para los delincuentes.