Como puso en evidencia un informe publicado el martes en Portafolio, a menos de tres meses de terminar el año solo se ha gastado aproximadamente la mitad del presupuesto total del Ejecutivo para el 2014 (S/.6.922 millones de S/.13.796 millones). Esta falta de ejecución sin duda es un enorme desperdicio del dinero disponible que debería servir para mejorar las vidas de todos los peruanos.
En lo que respecta a cada sector en concreto encontramos que el Ministerio de Salud (Minsa), por ejemplo, tan solo ha ejecutado el 45% de su presupuesto; el de Educación (Minedu), el 35%; el de Justicia, 17% y el del Interior, 46%. Y esto sin contar otras instituciones como el Poder Judicial y la Contraloría que únicamente han ejecutado el 17% y 34%, respectivamente. Y no es que no necesitemos con urgencia la inversión pública. Recordemos, por solo dar un dato, que actualmente la brecha en infraestructura alcanza los US$88.000 millones.
¿Qué hacer frente a esta situación? Evidentemente, uno de los pasos es destrabar el gasto público. Si bien la entrada de la Ley de Servicio Civil ha sido un buen comienzo para avanzar en este sentido (pues diseña mecanismos para capacitar e incentivar a nuestros funcionarios públicos para hacerlos más eficientes) es fundamental que se tomen medidas urgentes mientras el proceso no esté del todo concluido y no se desburocratice el Estado para una eficiente ejecución del gasto público (lo que puede tomar varios años).
Una importante medida en este sentido, por ejemplo, es lo que vienen realizando el Minsa y el Minedu. Aparentemente, ellos son conscientes de sus limitaciones para gastar (pues como hemos mencionado solo han ejecutado el 45% y 35% de su presupuesto público), por lo que vienen administrando una cartera de proyectos que buscan que el sector privado se encargue de prestar servicios estatales que puede brindar de manera más eficiente que los ministerios. El Minsa ha anunciado proyectos valorados en US$3.500 millones para que, bajo la modalidad de asociaciones público-privadas (APP), se ejecuten más de 200 obras que comprenden la construcción, equipamiento, rehabilitación, mantenimiento de infraestructura, y la gestión de la ‘bata gris’ (que incluye los servicios hospitalarios generales como la administración, alimentación, seguridad y limpieza de los hospitales). El Minedu, por su parte, viene utilizando el mecanismo de iniciativas privadas cofinanciadas para que los privados interesados asuman también la construcción, mantenimiento y operación administrativa de diversos centros educativos.
Permitir la participación del sector privado mediante este t ipo de esquemas soluciona en gran parte de esta falta de capacidad de las entidades públicas para gastar sus recursos. En tal sentido, es necesario que otros sectores que también presentan esta misma deficiencia le pierdan el miedo a la participación del sector privado para mejorar la prestación de sus servicios. Por ejemplo, el Ministerio de Justicia podría incentivar la concesión de nuestros saturados penales que actualmente cuentan con una sobrepoblación carcelaria de 124% y presentan graves problemas sanitarios y de seguridad. Asimismo, el Ministerio del Interior podría también concesionar las labores administrativas de las comisarías y así permitir que hayan más policías en las calles. Y los gobiernos locales, por su parte (pues tampoco son un ejemplo de eficiencia en el gasto), podrían concesionar los servicios de agua potable para mejorar el terrible desempeño de las empresas municipales de agua y saneamiento.
A la par de lo anterior, no pasemos por alto que la incapacidad de ejecución mostrada por el gobierno hace evidente la posibilidad de reducir los impuestos. En los últimos diez años, la recaudación tributaria se ha más que triplicado, pero el Estado no ha mejorado sus servicios. ¿No es ya de por sí una buena razón para bajar los tributos que el Estado actualmente nos prive a los ciudadanos de nuestros ingresos para no gastarlos o para gastarlos mal?
Como vemos, el Estado tiene muchas opciones para empezar a darle un buen uso a tanto recurso desperdiciado. Ojalá y se anime a no dejarlos bajo el colchón.