Hace tres días, durante una reunión con ejecutivos en el Perú Banking Finance & Day 2014 organizado por la Universidad del Pacífico, el ministro de Economía y Finanzas, Alonso Segura, exhortó a los empresarios a poner de su parte para que la economía crezca. Este declaró: “¿Qué hay de ustedes? El gobierno ha tomado acciones [...] la pelota también está en su cancha, señores”.
¿Ahora, es verdad, como parece sugerir el señor Segura, que hay una suerte de pereza empresarial que los inversionistas deben superar? Lo cierto es que la razón por la cual muchos empresarios han detenido sus inversiones es por culpa del propio Estado. Para bailar este tango, se necesita a dos personas y este gobierno a veces se olvida de que en muchos momentos ha sido un mal compañero.
Recordemos que, cuando candidato, el discurso de Ollanta Humala en cuanto a materia económica asustaba a cualquiera. E inclusive una vez elegido, el gobierno demoró en generar la confianza de que se mantendría la hoja de ruta y no se volvería a la gran transformación.
Tampoco podemos soslayar que el gobierno ha cometido errores durante todos estos años, errores que han golpeado duramente la confianza empresarial. Nos referimos, por ejemplo, a la incapacidad del gobierno de manejar los conflictos sociales; entre ellos Conga, que apuntaba a ser la inversión más importante en esta administración. A esto se sumaron una serie de anuncios y medidas intervencionistas, como, por citar unos casos, la posible compra de la refinería de La Pampilla y los grifos de Repsol, la promulgación de la intervencionista Ley Universitaria, la imposición de Estándares de Calidad Ambiental (ECA) inalcanzables o la modernización de Talara con el dinero de todos los peruanos.
Todo lo anterior sirve para entender que la razón por la cual los privados tienen dudas para invertir en el país no es por holgazanes ni por falta de compromiso con el Perú. A fin de cuentas, la lógica de un empresario es muy sencilla: invertir en aquel sector donde las probabilidades de retorno sean las más altas y donde los potenciales riesgos sean los más bajos. En la medida en que el Estado no impulse esas reformas que generen confianza y un adecuado clima de negocios, los inversionistas decidirán no sacar dinero de sus bolsillos.
Por supuesto, hay que reconocer que en cierto momento el gobierno empezó a enmendar el rumbo. La administración del presidente Humala logró –aunque sin tener total apertura al empresariado– aumentar la confianza de los inversionistas, manteniendo los principios macroeconómicos de los años noventa.
Además, el gobierno tomó la correcta decisión de impulsar la cooperación entre el sector público y el sector privado mediante mecanismos como el de obras por impuestos. Así, por ejemplo, mientras que en el 2010 se comprometieron solo S/.10,3 millones, en el 2014 se espera terminar con una inversión de S/.572,5 millones. Algo sumamente beneficioso para la sociedad y que promete atraer más interés de los privados.
En esa línea, el gobierno también ha promovido el mecanismo de asociaciones público-privadas (APP), el cual ha sido bastante exitoso. Según cifras de Pro Inversión, de julio del 2011 a octubre del 2014 se han adjudicado proyectos con montos de inversión de más de US$14.000 millones, monto mayor al de cualquier otro gobierno.
Asimismo, la ruta que está tomando el Ejecutivo con los paquetes reactivadores que apuntan a simplificar una serie de trámites administrativos y a aligerar la presión tributaria para atraer y facilitar la inversión es algo sumamente positivo.
No obstante todo esto, lo que muestra la actitud empresarial, es que se necesita continuar aún más en este sendero de reformas que fortalezcan la institucionalidad en el país.
El ministro Segura, de alguna manera, ha invitado al empresariado a bailar un tango con él. Es importante este coqueteo porque es muy necesario tener un diálogo abierto y honesto entre el sector privado y el sector público que genere confianza. Pero, si el señor Segura quiere que bailen con él, es imperativo que siga haciendo reformas de fondo para que los empresarios recuperen la confianza y se sientan seguros a la hora de tomar la decisión de invertir sin el riesgo de que el gobierno les dé una nueva zancadilla.