PPK Gore
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Editorial El Comercio

Que el Ejecutivo ha tenido errores al lidiar con la es una verdad con la que hasta el presidente del Consejo de Ministros se ha mostrado de acuerdo. Lo que resulta particularmente inquietante, sin embargo, es que la identificación de algunos de esos dislates no haya servido para corregirlos.

Nada puede hacerse ya con respecto al desacierto de mostrarse titubeantes cuando las protestas estaban todavía focalizadas en el Cusco, y cuando pese a las admoniciones y a la declaratoria de ilegalidad de la huelga, ni se restableció el orden público ni se ejecutaron los descuentos proclamados (sin ninguna consecuencia para los gobiernos regionales que incumplían con lo que la ley les exigía). No es remediable tampoco el aliciente que supuso para la proliferación de dirigencias gremiales en el sector la iniciativa del presidente Kuczynski de recibir en Palacio a “los delegados de las distintas regiones del país” para ‘dialogar’ sobre sus exigencias. Y no puede desandarse tampoco la desautorización de los ministros de Educación e Interior que provocó el sentarse a negociar con quienes ellos habían dicho que no se negociaría… Pero este último yerro, por lo menos, sí tendría que haber servido para extraer una enseñanza útil para el resto del trance –específicamente la de que una conminación o un ultimátum que luego no se cumple mella la credibilidad del gobierno y estimula una radicalización de la huelga–; y eso tampoco ha ocurrido.

Antes de ayer, específicamente, durante la reunión de clausura del V Gore Ejecutivo, el presidente Kuczynski se refirió al punto en el que se ha centrado en este momento el pulseo entre el gobierno y los docentes todavía en huelga –las evaluaciones a los maestros y sus consecuencias– diciendo que son “algo que no se puede eliminar”… para inmediatamente añadir: “Quizá algunos cambios se pueden hacer”. Y más adelante: “Siempre hay flexibilidad para negociar cosas”. Una evidente relativización de lo que al principio había sonado como un principio irreductible.

La ‘bajada de llanta’ a su propia mención de una materia no negociable, además, es doblemente absurda, pues si en cualquier circunstancia aquella hubiera sido inadecuada, en este momento, en el que el respaldo de ciertos sectores ciudadanos a la huelga comienza a desvanecerse, constituyó el ofrecimiento de un flanco a un adversario que no tenía ya ninguno a su disposición para seguir ganándole terreno a esta administración y al Estado en general.

Sucede en efecto que, por un lado, la sensación de que los maestros ya obtuvieron las concesiones ‘legítimas’ a las que aspiraban –el aumento salarial y la garantía de que no serán evaluados sin previa capacitación– se extiende cada vez más, por lo que más temprano que tarde se traducirá en una presión de los padres de familia para que ellos dejen el capricho por el que todavía pugnan y regresen a las aulas. Y por otro, no hay que olvidar que la causa de la evaluación ha demostrado contar con un amplísimo respaldo popular: según la encuesta de Ipsos de este mes, el de un 94% de los peruanos, por lo menos, en lo que a los ascensos se refiere.

En una situación en la que tenía ventaja para salir victorioso, el jefe de Estado, sin embargo, optó por abrir un resquicio por el que no solamente se puede colar de nuevo la demanda de los sectores radicales del magisterio para que las evaluaciones sean sencillamente descartadas, sino también las propuestas y discursos de quienes sintonizan con ellos en esa inaceptable pretensión. A saber, la bancada del y su proyecto de ley para que la única consecuencia de un tercer fracaso en las evaluaciones sea que los profesores desaprobados no puedan ascender en la carrera Pública Magisterial, así como el legislador de y su sugerencia de que no exista necesariamente un límite en el número de evaluaciones. “Si el maestro no aprueba [a] la tercera oportunidad, puede haber plazo para intentar una cuarta o quinta evaluación”, ha escrito él recientemente.

Las conminaciones con hueco como las que aquí comentamos solo alientan, pues, a quienes persiguen la deleznable agenda de la eliminación de la meritocracia en la carrera magisterial y el gobierno ya debería haberlo aprendido.