Editorial: El ‘dream team’
Editorial: El ‘dream team’

En medio de una campaña en la que, por momentos, las anécdotas ingratas se han convertido en el principal criterio para evaluar a los candidatos, algunos voceros de Acción Popular (AP) han demandado que a Alfredo Barnechea, su postulante presidencial, no se lo juzgue a partir de historias menudas sobre sombreros o chicharrones desdeñados, sino analizando las propuestas técnicas y programáticas que plantea para el país.

La solicitud suena, por cierto, bastante razonable, pero enfrenta un inconveniente: a menos de diez días de las elecciones, la conformación del equipo técnico de AP sigue siendo un misterio sin resolver. Dicho de otra forma, la conformación de su equipo aún no supera la categoría de “sueño” que, según dice su candidato, corresponde a la campaña de AP. Y lo mismo sucede con su programa de gobierno, habida cuenta que Barnechea desconoció el programa que su partido elaboró antes de que él fuese su candidato (programa que, por lo demás, era muy poco serio: como bien lo comentó en estas páginas Franco Giuffra, estaba definido, sobre todo, por la indefinición). 

Víctor Andrés García Belaunde, aspirante a una vicepresidencia en la misma fórmula que Barnechea, ha pedido paciencia al respecto, prometiendo que la identidad de los integrantes de ese presunto equipo “se va anunciar en los próximos días”. Y ha añadido que, si no la han anunciado hasta ahora, es porque no quieren ser “blanco de críticas”. “Esa guerra sucia queremos tratar de evitarla”, ha señalado. 

Para prestarle verosimilitud a la oferta, además, ha argumentado: “El partido de PPK tiene 4.500 inscritos. El de Keiko Fujimori tiene 7.500. Acción Popular tiene 200.000 inscritos. No me digan que no hay técnicos. Más bien ellos alquilan técnicos”.

Pero, aparte de lo alarmante que resulta la sospecha de que la sola enunciación de los nombres en cuestión les va a acarrear críticas –razón que, en todo caso, justificaría una sabia elección y presentación antes que ninguna–, el problema obviamente no es si el cálculo de probabilidades sugiere o no que existen técnicos en el partido de la lampa, sino si estos están articulados en torno a un plan de gobierno que represente su pensamiento y el de su candidato (no siempre coincidentes), y dispuestos a ocupar posiciones de gobierno en la eventualidad de que accediesen al poder.

¿Quiénes serían, en efecto, los encargados de materializar las llamadas ‘barneideas’ si el postulante de AP llegara a ceñirse la banda presidencial el próximo 28 de julio? A juzgar por la información disponible, solo el economista Jorge Chávez (que, dicho sea de paso, en su momento trabajó también para el plan de gobierno de Alianza para el Progreso, por el que postulaba César Acuña) y, en la hipótesis de que aceptase lo que hasta ahora ha sido solo una invitación, Hernando de Soto: una persona que, más que un ejecutor de iniciativas ajenas, se ha hecho conocida por promover las propias.

Así las cosas, la posibilidad de ‘alquilar técnicos’, que tan objetable encuentra al parecer García Belaunde en otras organizaciones políticas, no debería ser tan sumariamente descartada por AP. Después de todo, mejor sería tener una explicación rentada de cómo van a conseguir “convertir al Perú en un país industrializado en una generación” o proveer “medicinas gratis para el 70% de las enfermedades más comunes”, que –como ocurre hasta ahora– ninguna.

Tener un candidato instruido y culto, como Alfredo Barnechea, es ciertamente un activo para cualquier partido político. Pero, como hemos observado ya, eso no lo convierte en el candidato más preparado para gobernar el país. 

Gobernar no solo requiere la visión inspirada de unas metas generales que a cualquiera pueden antojársele atractivas, sino la conformación de un numeroso equipo capaz de convertirlas en realidad de forma sostenible en el tiempo. Y, en lo que concierne a Acción Popular y su postulante a la presidencia, ese equipo hasta ahora solo parece existir en los sueños. Lo demás son chicharrones y sombreros.