En la última encuesta nacional urbana de El Comercio-Ipsos, se aprecia que el presidente Ollanta Humala ha tenido un severo tropezón en su nivel de aprobación. Esta abrupta caída de 5 puntos (de 30 a 25) no debería sorprender a nadie, pues entre diciembre y enero el gobierno ha cometido varios errores políticos que han imposibilitado la aprobación de importantes leyes para reactivar la economía. A esto habría que sumarle el escandaloso escape de Martín Belaunde Lossio a Bolivia, que ha removido los cimientos de Palacio de Gobierno. ¿Qué factores propiciaron esta baja?
Entre lo más notorio están las reacciones del presidente a los ataques de la oposición. Y si bien es cierto que en política el que calla otorga, los agravios a sus críticos no han sido los más adecuados para la investidura del cargo, sobre todo porque un político nunca debe perder de vista que cuando ataca a sus opositores, también está agrediendo a los miles de ciudadanos que votaron por ellos.
Pero la paranoia de insultar a la oposición no se limita al presidente, pues también hemos visto a un descontrolado titular del Interior disparando tuits a diestra y siniestra, al punto de que la jefa del Gabinete tuvo que darle un tímido jalón de orejas, que el ministro Urresti ignoró, pues siguió con su ya conocido burlesco humor. La ministra de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, Carmen Omonte, mostró asimismo su descontento con el titular del Interior y la vicepresidenta Marisol Espinoza –cuyo distanciamiento con la pareja presidencial ya es conocido– expresó a la vez su rotundo rechazo. Lo preocupante de la conducta de algunos miembros del Ejecutivo es el cisma que se ha creado en el Gabinete, pues debilita la gobernabilidad del presidente Humala. Y si de peleas se trata, lo último que necesita la población son grescas dentro del Ejecutivo.
Por otro lado, esta batería de ataques a la oposición ha generado reticencia en el Congreso, que explica por qué importantes medidas económicas no han sido aprobadas y siguen durmiendo el sueño de los justos. Después de todo, el presidente Humala no solo ha distanciado y aun perdido a gran parte de su –por lo demás– incoherente bancada a lo largo de estos años, sino que también ha apartado a los partidos políticos que podrían apoyar muchas de estas medidas.
Claro ejemplo de este entrampamiento es la ‘ley pulpín’, que tiene 72% de desaprobación, y si el gobierno no cambia su estrategia de cómo tender puentes con la oposición, es muy probable que los paquetes reactivadores y esta importante norma pasen a ser un anecdótico episodio más en la historia del Congreso.
Por otro lado, los incidentes de fin de año también explican en gran medida la caída en la aprobación del presidente. Entre ellos estuvieron las acusaciones de la entonces procuradora anticorrupción Yeni Vilcatoma contra el titular de Justicia, Daniel Figallo, y la suspensión del fiscal de la Nación, Carlos Ramos Heredia, que desató una crisis política por la huida de Martín Belaunde Lossio a Bolivia. ¿Cómo el hombre más buscado del país pudo escaparse cuando el ubicuo ministro Urresti había declarado estar “obsesionado” con su captura? ¿Fue solo un caso de aprovechamiento de “fronteras porosas”, como ha dicho el ministro Figallo, o recibió apoyo de fuerzas ocultas? Finalmente, están las acusaciones acerca del reglaje que se estaría haciendo a integrantes de la oposición y del propio partido de gobierno. No es descabellado pensar que un impredecible ministro del Interior, que tiene a su cargo un servicio de inteligencia, pueda montar un aparato de espionaje, y deje de lado temas de fondo, como el pandillaje y el sicariato en las zonas de menos recursos.
El presidente Humala ha caído en sus niveles de aprobación, y en la medida en que no haga ajustes en su Gabinete y no empiece a tender puentes con la oposición, las reformas que podrían tener un efecto positivo en el PBI permanecerán en las estanterías del Parlamento. Por el bien del país y de la gobernabilidad, esperemos que el presidente tome con firmeza las riendas de este improductivo caos.